Portada de El Ciervo, No. 128, Octubre de 1964
La revista católica El Ciervo fue fundada en Barcelona en 1951 por un grupo de jóvenes entre los que destacaban los hermanos Lorenzo, Joan y Joaquim Gomis, este último sacerdote. Lorenzo (1924-2005), poeta y periodista, fue su director durante más de 50 años. Según Joan Pecourt, “aunque de forma muy ambigua y discreta al principio, El Ciervo se concibió como un proyecto para poner los valores del catolicismo al servicio de los débiles y los perdedores, es decir, de las clases trabajadoras” (“El campo de las revistas políticas bajo el franquismo”, Papers, No. 81, 2006, p. 211). La mayoría de fundadores de la revista había tenido una formación jesuita. Una de sus demandas más polémicas fue la separación de la iglesia y el estado. En una nota de Jordi Amat en La Vanguardia a raíz de los 60 años de la revista, se traza un resumen de su trayectoria. A los animadores de El Ciervo, dice Amat, “les guiaba un espíritu de religiosidad que contrastaba con un nacionalcatolicismo poco o nada evangélico” y la revista se convirtió en “plataforma principal del urgente examen de conciencia del catolicismo español”. No es casual que en diversas ocasiones la revista fuera víctima de la censura franquista, que prohibió algunos textos o le impuso multas por publicar materiales ajenos a la ortodoxia política y religiosa. En otros momentos la revista sufrió atentados por parte de grupos de ultraderecha.
El Ciervo fue una de las publicaciones que acompañaron la vigorosa incursión de la literatura latinoamericana en España en la década de 1960. En El Ciervo, por ejemplo, escribió un precoz poeta y crítico literario, Pere Gimferrer, quien apenas tenía 18 años cuando inició sus colaboraciones en 1963. Su columna “Los mil y un fantasmas” (1965-1967) ofrecía breves semblanzas de autores tan diversos como Shólojov, Gramsci o Eco pero también incluyó a varios latinoamericanos como Adolfo Bioy Casares, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Alejo Carpentier, y otros. En una de ellas Gimferrer proclama que “en el panorama literario mundial ha sonado la hora de la narrativa hispanoamericana”. Lorenzo Gomis, además de dirigir El Ciervo, escribía regularmente en otros medios como El correo catalán y Destino. Gomis, de hecho, fue miembro de los jurados que concedieron el Premio de la Crítica a Vargas Llosa en 1964 por La ciudad y los perros y en 1966 por La casa verde (Jesús Ferrer Solá y Carmen Sanclemente, “De orígenes y recelos (1960-1966)”, en Joaquín Marco y Jordi Gracia, eds. La llegada de los bárbaros, Península, 2004, p. 93).
En el número de octubre de 1964 (Año 13, No. 128, p. 12) se publicó en El Ciervo una reseña de La ciudad y los perros a cargo de Manuel María Escrivá de Romaní, un crítico y traductor sobre el cual, lamentablemente, no he logrado conseguir más información. Escrivá de Romaní, pese a algunos reparos, elogió no solo el poder narrativo sino también, y especialmente, la dimensión ética de la novela de Vargas Llosa: “Es cierto que hay pornografía, que los personajes viven entregados a sus pasiones, sin pudor, con una violencia desesperada; que el terror, el vicio, la más completa inmoralidad, resaltan en la narración con una fuerza poco frecuente, formando el marco en que se desenvuelven las vidas de los personajes. Pero nada de eso es gratuito. Hay una diferencia enorme entre la pornografía estetizante de Lolita y el rigor de la obra de Vargas Llosa que, en toda su extensión y a pesar de su aparente amoralidad, resulta austera y vibrante de eticidad”.
Pueden leer la reseña completa aquí:
Poco después el propio Escrivá de Romaní participó en una encuesta de la revista sobre los mejores libros de 1964 (El Ciervo, Año 14, No. 131, enero de 1965). El crítico escogió La ciudad y los perros como uno de los tres libros más importantes del año (pese a que había sido publicada en 1963). En su breve comentario Escrivá sintetizó en un par de frases su valoración de la calidad literaria de la novela y el cuestionamiento que hacía de los falsos valores con que se formaba a los jóvenes: “Con un maravilloso idioma, lleno de poesía, acusa directa y valientemente a la sociedad actual. No usa paños calientes para atacar los motivos que hacen de nuestra juventud una muestra penosa de desarraigo y violencia estéril”.
También aparecieron en El Ciervo sendos avisos publicitarios de la novela de Vargas Llosa pocos meses después de ser publicada. Y algunos años más tarde, en 1968, cuando La ciudad y los perros fue publicada en la colección Biblioteca Breve de Bolsillo, apareció otro aviso con un guiño cortazariano. A continuación reproduzco las imágenes de esos tres avisos.
El Ciervo, Año 13, No. 121, enero de 1964
El Ciervo, Año 13, No. 123, marzo de 1964
El Ciervo, Año 17, No. 169, marzo de 1968
Coda.- El Ciervo publicó en su número correspondiente a junio-julio de 1970 una reseña de la tercera novela de Vargas Llosa, Conversación en La Catedral (Seix Barral, 1969). Inserto aquí ese documento por si es de interés para los lectores de este blog.