Reseña de La ciudad y los perros en Primera Plana (1964)

Fundada en 1962 por Jacobo Timerman, quien la dirigió hasta 1964, Primera Plana se convirtió en una de las revistas más importantes de Argentina y de América Latina durante el resto de la década de 1960 y los primeros años de la de 1970. A diferencia de revistas en otros países con las que se le suele comparar (Time, Der Spiegel, y otras), Primera Plana dedicó siempre un espacio destacado a la crítica de libros y a la difusión de textos de creación de autores jóvenes y consagrados. También solía incluir avisos publicitarios de casas editoriales argentinas y españolas. La publicación de una fotografía de Julio Cortázar en la portada de una edición de 1964 evidencia la importancia que la literatura tenía para la revista.

Unos cuantos hitos nos ayudan a calibrar la importancia de Primera Plana en la escena cultural latinoamericana: en sus páginas se publicó por primera vez, en 1964, la tira cómica de Mafalda, llamada a convertirse en un ícono cultural en los años y décadas siguientes; ese mismo año se creó el Premio de Novela Primera Plana en cuyo jurado participaron, en momentos diferentes, escritores de la talla de Juan Carlos Onetti, Augusto Roa Bastos, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez; la edición del 23 de mayo de 1967 incluyó un adelanto de Cien años de soledad, que estaba a punto de ser publicada en Buenos Aires (el fragmento se tituló “La muerte de un Buendía”); y el 20 de junio de 1967 aparecía la legendaria edición con García Márquez en la portada, una reseña de Cien años de soledad escrita por Tomás Eloy Martínez y un extenso reportaje a Gabo hecho en México por Ernesto Schoo.

En la edición correspondiente al 9 de junio de 1964 (año II, No. 83), Primera Plana publicó un par de notas sobre La ciudad y los perros, que hacía poco había llegado a las librerías argentinas. En la “Carta al lector” que firmaba el director se incluyó un párrafo sobre la novela de Vargas Llosa y el Premio Biblioteca Breve:

En el mismo número se publicó una reseña sin firma de La ciudad y los perros bajo el título “Descubrimiento de América”. Para el autor de la reseña se trataba de “una de las mayores novelas latinoamericanas de todos los tiempos” y con la cual Vargas Llosa buscó “desentrañar un abismo: el de la adolescencia; lo capturó en un ambiente concentracionario, en una suerte de estado donde las actitudes y las pasiones estallan a flor de piel, no se cubren”.

La reseña completa se puede leer haciendo click en esta imagen:

Meses después Vargas Llosa fue contratado como corresponsal de la revista y en 1966 fue miembro del jurado del Premio de Novela. Sobre estos dos asuntos y otras cosas echa luces una carta de Tomás Eloy Martínez a Vargas Llosa fechada el 14 de abril de 1965, en la que además ofrece una lectura de los cuentos de Los jefes a la luz de La ciudad y los perros:

[Los jefes] es un libro imprescindible para penetrar más a fondo en el mundo de La ciudad y los perros. El Jamaiquino de “Un visitante” puede, de algún modo, ser el Jaguar. La rebelión de Los jefes es el embrión del que arrancan todos los conflictos de tu novela. Curiosamente, no son esferas que se yuxtaponen o simplemente se sirven de complemento mutuo: las de Los jefes están metidas en la de La ciudad y los perros como una cuña, sirven para definirla.

Y gracias a la carta de Martínez nos enteramos que el autor de la reseña de La ciudad y los perros antes mencionada fue Ramiro de Casasbellas, poeta y periodista que era, en ese momento, uno de los dos jefes de redacción y luego se convirtió en sub-director de Primera Plana.

La carta puede ser leida aquí.

 

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