La frustrada edición cubana de La ciudad y los perros

La colección “Literatura Latinoamericana” de Casa de las Américas, una de las más importantes iniciativas editoriales de esa institución, fue inaugurada en 1963 (el mismo año que se publicó la primera edición de La ciudad y los perros) con Memorias póstumas de Blas Cubas, del escritor brasileño Joaquim Machado de Assis. Los primeros títulos fueron por lo general “clásicos” de la literatura y (pese al nombre de la colección) del pensamiento latinoamericanos, incluyendo Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui, El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán, Una excursión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla, Vidas secas de Graciliano Ramos, Tradiciones peruanas de Ricardo Palma, Cuentos de Horacio Quiroga y Poesías completas de César Vallejo (cuyo título sería cambiado, en la segunda edición, por Obra poética completa).

El primer autor del boom latinoamericano en ser incorporado a esta serie (de hecho, el primer autor vivo publicado en ella) fue Julio Cortázar, cuyo volumen Cuentos apareció en 1964 con prólogo de Antón Arrufat. Luego vendrían Cien años de soledad de García Márquez (1968), Rayuela de Cortázar (1969) y, muchos años más tarde, La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes (1987).

A lo largo de más cinco décadas se han publicado unos doscientos títulos que conforman una de las colecciones más ambiciosas y completas de las letras latinoamericanas. En su catálogo figuran también Neruda, Darío, Huidobro, Parra, Cardenal y Palés Matos entre los poetas; y Rulfo, Da Cunha, Asturias, Guimarães Rosa, Sarmiento, Lillo, Onetti y muchos otros entre los narradores. Mención especial merece la publicación, en 1988, de un volumen de Páginas escogidas de Jorge Luis Borges cuya autorización gestionó y logró Roberto Fernández Retamar durante un viaje a Buenos Aires en 1985, tal como él mismo lo relató en el prólogo:

La edición de estas Páginas escogidas de Jorge Luis Borges, largamente deseada por nosotros y largamente esperada por nuestros lectores, se hizo posible, de modo casi azaroso, el 16 de septiembre de 1985. Por diversas razones, y entre ellas porque Borges no había ocultado, todo lo contrario, su hostilidad hacia la Revolución Cubana, además de otras tristes hostilidades y afinidades, no era dable que la antología apareciera sin contar con su acuerdo explícito, que no parecía lo más sencillo del mundo.

Una vez obtenida la autorización durante un encuentro en el departamento de Borges que Retamar reconstruye en detalle, este quiso aclarar que “lo que no podremos es mandarle dólares”, a lo que Borges habría contestado: “A mí no me interesa el dinero”. Borges le preguntó si él mismo le traería la antología y Retamar dijo que sí, pero el libro recién vería la luz en diciembre de 1988, más de dos años después de la muerte de Borges.

Las primeras portadas de la colección eran llanas y elegantes, sin ilustraciones. Luego se adoptaría un atractivo diseño geométrico multicolor que se usó por primera vez en 1967 y se mantuvo por casi tres décadas. A partir de 1995 se cambió nuevamente el diseño de las portadas por uno mucho más libre en la parte gráfica, aunque manteniendo cierta consistencia en la tipografía de los textos (autor y título). Finamente, desde 2015, se usa un diseño con fondo blanco y con ilustraciones que juegan con las letras del alfabeto. A continuación reproduzco ejemplos de portadas correspondientes a cada una de estas etapas de la colección que, a partir de 2007, pasó a llamarse “Literatura Latinoamericana y Caribeña”.

 

Cada volumen, a partir de 1965 aproximadamente, viene acompañado de un apéndice (titulado “[El autor] y su época”) que intenta ubicar al autor y al libro dentro de ciertas coordenadas históricas, políticas y culturales. Para ello se inserta información en tres columnas: “Vida y obra”, “Panorama cultural” y “Hechos históricos”. Un recorrido por estos textos, creo, podría iluminar muchos aspectos de las prácticas editoriales y el contexto cultural y político de Cuba durante los últimos 50 años, pues hay allí presencias, silencios e inconsistencias a veces bastante elocuentes. Pongo a manera de ilustración la primera página del apéndice correspondiente a Cien años de soledad:

En 1964 -es decir, pocos meses después de la publicación en Barcelona de La ciudad y los perros– Casa de las Américas expresó interés en incorporar la novela de Vargas Llosa a su colección de literatura latinoamericana. Se realizaron gestiones con Carlos Barral, el editor catalán, cuyos términos no es posible reconstruir en su totalidad por ahora, pero de las cuales hay evidencia en dos cartas halladas en el archivo Vargas Llosa de la Universidad de Princeton. Ada Santamaría (hermana de Haydée y responsable de publicaciones de Casa de las Américas) le escribió a Carlos Barral el 20 de agosto de 1964 para proponerle que, en lugar de importar 2,000 ejemplares de la edición catalana de La ciudad y los perros a través de Cubartimpex, la empresa cubana encargada de la importación y exportación de bienes culturales, se podía publicar una edición de la novela en la colección “Literatura Latinoamericana”.

Santamaría le explicó a Barral las ventajas que tendría esta propuesta:

1.- Hacemos una mayor tirada.
2.- Por una serie de ajustes que se hacen en nuestros planes, cuando un libro se publica en la Colección Literatura Latinoamericana este libro pasa a ser lectura recomendada en los centros de segunda enseñanza.
Eso hace que a nuestros estudiantes puedan llegar los libros de Cortázar y otros autores que vitalizarían esta Colección, donde como usted sabe tenemos que publicar sólo momias prehistóricas, ya que es difícil conseguir para Cuba la autorización de otras editoriales para publicar autores contemporáneos.
El pago de derechos lo planteábamos de forma que no hubiera fuga de divisas. Pesetas-convenio o situación del dinero en un Banco de Cuba, etc. ¿Cree usted que hay tiempo de hacer algo? Escríbame y dígame.

Esta comunicación refleja las dificultades que enfrentaban las instituciones cubanas, en virtud de la situación por la que atravesaba la isla, sometida al embargo comercial de Estados Unidos, para asumir los pagos de derechos de autor en los términos que las editoriales en otros países solían o podían hacerlo. Eso explica que los primeros títulos de la Colección Literatura Latinoamericana fueran de autores clásicos ya fallecidos (o, como los llama con humor negro Ada Santamaría, “momias prehistóricas”), cuyos derechos no necesitaban ser negociados y adquiridos. Jorge Fornet, crítico literario cubano y director del Centro de investigaciones literarias de Casa de las Américas, contó en una entrevista que hubo extensas negociaciones con García Márquez para la publicación de Cien años de soledad y que finalmente, entre “resignado y solidario”, el futuro Premio Nobel dio su autorización. La primera edición cubana de Cien años de soledad (“con la anuencia de él pero un poco pirata”, diría Fornet) apareció el 9 de abril de 1968 con un tiraje de 10,000 ejemplares.

Lamentablemente, las negociaciones con Barral para publicar en Cuba La ciudad y los perros no prosperaron. Desconozco si intervino Vargas Llosa en ellas, pero a juzgar por su participación en la negociación de las ediciones de sus primeros libros en el Perú (Populibros peruanos) y Argentina (Jorge Álvarez y Sudamericana), es muy probable que sí tuviera participación en las conversaciones. Por entonces, hay que resaltar, todavía no había contratado a Carmen Balcells como agente literaria. Y a juzgar por lo que le escribió Ada Santamaría en carta del 19 de agosto de 1964, Vargas Llosa sí estaba interesado en que se publicase el libro en Cuba:

Tengo malas noticias para usted.
Carlos Barral, que es gran amigo nuestro, nos escribe y nos dice que Cuba compró 2,000 ejemplares de su libro, que por consiguiente es un gasto innecesario la publicación del mismo por nosotros. Habría que pagarle derechos a Seix Barral, etc.

Todo indica que Barral optó por asegurar el beneficio económico resultante de la venta de 2,000 ejemplares de la edición de Seix Barral en lugar de autorizar la edición cubana de La ciudad y los perros en Casa de las Américas, una decisión que muchos, incluido yo, seguramente lamentaron y lamentan.

 

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