La ciudad y los perros y Las tribulaciones del estudiante Törless

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Portada de una edición alemana de Las tribulaciones del estudiante Törless

Las acusaciones de plagio en la historia de la literatura no son escasas y, en ocasiones, han alcanzado a figuras estelares como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Camilo José Cela, por mencionar solamente a algunos escritores en lengua española (1). Incluso una novela tan celebrada universalmente como Cien años de soledad resultó, para algunos, sospechosa de plagio. Nada menos que Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de literatura en 1967, afirmó que la novela de García Márquez era un plagio de La búsqueda de lo absoluto, de Balzac. Tan absurda opinión fue rápidamente desmentida y arrojada al rincón de los disparates (2).

En una entrevista publicada en el diario limeño Uno el 20 de diciembre de 2015, el escritor y cineasta peruano Ronald Portocarrero afirmó que así como Woody Allen “robó” a Vladimir Maiakovski el guión de la película “La rosa púrpura del Cairo”, Mario Vargas Llosa hizo lo propio en La ciudad y los perros con una novela del escritor austriaco Robert Musil:

—Se robó [Woody Allen] el guion completo.
—Se lo sopló igual que Mario Vargas Llosa se sopló la historia de “La ciudad y los perros”. Es una copia igualita de una novela de Robert Musil, un escritor alemán [sic] de finales del siglo XIX, que se llama “Las tribulaciones del joven Törless”. Volker Schlöndorff hizo una película sobre esta novela (3). Es igualita, hasta la Pies Dorados está. Lo copió igual que copió “La guerra del fin del mundo” (4).

Decir que se trata de “una copia igualita” equivale a decir que Vargas Llosa plagió a Musil. No estamos frente al plagio descarado y con frecuencia torpe que consiste simplemente en apropiarse de un texto escrito por otra persona y hacerlo pasar por propio. Ejemplos de este tipo abundan, aunque generalmente en el mundo de las ciencias sociales, el ensayo y el periodismo. El caso de Alfredo Bryce Echenique, que publicó una treintena de columnas de opinión que contenían materiales tomados verbatim de otras publicaciones, puede ser mencionado aquí. La apropiación a la que se refiere Portocarrero no es de unas páginas o párrafos textuales sino de personajes, escenarios y situaciones. Es el mismo tipo de acusación esgrimido contra García Márquez o Fuentes que mencioné anteriormente. Este tipo de “plagio” resulta más difícil de probar, e incluso ha habido escritores que han aceptado haberse “inspirado” directamente en obras ya existentes. Más que de un plagio, según algunos, se trataría de un “homenaje”. Hélène Maurel-Indart, quien ha escrito un importante libro sobre este tema, apunta que “está claro que el plagio es esa zona ‘gris’ difícilmente localizable, entre préstamo servil y préstamo creativo” (5).

Un antecedente muy cercano de la acusación de Portocarrero se encuentra en una charla que ofreció el escritor peruano Oswaldo Reynoso en Pucallpa en 2013, una parte de la cual se puede escuchar en youtube. De hecho, ambos se refieren a Musil como alemán y ambos se refieren al personaje en el título de su novela como “el joven Törless”, lo que podría llevarnos a pensar que Portocarrero tomó la información del mismo Reynoso. En dicha charla Reynoso dijo lo siguiente:

Entre los miembros del jurado estaba Alfonso Reyes. Alfonso Reyes no suscribió el acta de otorgamiento del premio a La ciudad y los perros porque, dijo, “No es más que una adaptación, a la situación peruana, de un libro de un alemán, Musil, que se llama Tribulaciones del joven Törless”. ¿Qué pasa en ese libro? Hay un internado. Hay uno que sacrifican, que es el perro. Salen de allí a un burdel. Allí está la dominación terrible de los que manejan ese centro. Se llama Las tribulaciones del joven Törless, de Musil, léanlo. Si ustedes leen La ciudad y los perros y leen eso, verán que Vargas Llosa hace una magnífica trasposición de ese relato. Lo hace bien, pero los personajes, la idea, es Törless (sic).

Reynoso no utiliza las palabras plagio o robo pero insinúa, como Portocarrero, que Vargas Llosa se apropió de la trama y personajes de la novela de Musil e hizo una “adaptación” o “trasposición” de ella a la realidad peruana. Demás está decir que la versión de que Alfonso Reyes se negó a suscribir el acta de premiación de la novela de Vargas Llosa es un verdadero disparate. Reyes no fue jurado del premio Biblioteca Breve en 1962 ni del Premio de la Crítica en 1964, los dos premios que recibió la novela de Vargas Llosa.

¿Cuán sólidos son los argumentos de Portocarrero y Reynoso? ¿Fue La ciudad y los perros una “adaptación” o “robo” (“soplo”, en el argot peruano que usa Portocarrero) de la novela de Musil?

He leído Las tribulaciones del estudiante Törless y, comparando ambas novelas, me queda claro que no hubo plagio, robo ni apropiación por parte de Vargas Llosa. Esa es mi opinión como lector, no como crítico literario (que no lo soy). Aunque encuentro las acusaciones de plagio totalmente injustificadas, quisiera hacer un repaso de lo que han escrito los especialistas. En los párrafos que siguen comparto con los lectores esas opiniones.

Desde muy temprano los críticos resaltaron el parentesco entre La ciudad y los perros y la novela de Musil, a la que llaman, algo coloquialmente, “Törless”. El primero fue, probablemente, el escritor chileno José Donoso, quien en su reseña de la novela, publicada en setiembre de 1964, afirmó que “es imposible, no ver que Vargas Llosa leyó Torless, de Robert Musil y que ambos establecimientos educacionales, el austriaco de comienzos de siglo y el limeño de hoy tienen algo en común” (6). En una reseña de Los cachorros, la novela corta de Vargas Llosa, el crítico peruano Alfonso La Torre apuntó que La ciudad y los perros “revelaba un parentesco con Törless de Musil” (7). Carlos Fuentes escribió en 1969 a propósito de la novela de Vargas Llosa: “Ser libre es también ser adulto y ser adulto, en la imaginación del adolescente, es exponerse al peligro y mostrarse fuerte. Vargas Llosa, a ese nivel, demuestra, como Musil en Törless, que el fascismo es un momento fatal de la adolescencia –su tentación misma-: el fascista adulto prolonga asquerosamente su adolescencia. Encarcelados en el colegio, los muchachos ‘…solo escuchan sus propias maldiciones y su sangre exaltada que quiere abrirse paso hacia la luz por las sienes y los pechos’” (8). La edición alemana de La ciudad y los perros (traducida por Wolfgang Luchting) incluía en la contraportada este comentario: “Una variante políticamente explosiva de Törless, de Robert Musil” (Die Stadt und die Hunde, Rowohlt, 1966). El escritor y académico español Luis Mateo Díez apuntó que el “poder narrativo para evocar las contradicciones, miserias y sueños de la adolescencia” en La ciudad y los perros le parecía “tan próximo al de otra de mis novelas favoritas, Las tribulaciones del estudiante Törless, de Robert Musil” (9).

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Más allá del parentesco con la novela de Musil, los críticos han ubicado La ciudad y los perros dentro de una tradición literaria conocida como bildungsroman o novela de “formación” de la que forman parte ambas. Fuentes calificó La ciudad y los perros como un “bildungsroman colectivo”. José Miguel Oviedo, resumiendo las opiniones de varios críticos, incluyó en esa tradición las novelas Manhattan Transfer y USA de John Dos Passos, Retrato del artista adolescente de James Joyce, La infancia de un jefe de Sartre, y muchas otras (10). En su importante libro de entrevistas a escritores latinoamericanos, el crítico chileno Luis Harss afirmó que “La ciudad y los perros es fundamentalmente una especie de bildungsroman, una novela de iniciación en la vida. Es toda la saga adolescente, o, como la llama Vargas Llosa, ‘el aprendizaje de la madurez concebido de una manera arbitraria, incluso monstruosa, tanto por los alumnos como por los profesores’” (11).

En su estudio de 1991 sobre Vargas Llosa, J.J. Armas Marcelo subrayó la existencia de un “parentesco moral” entre La ciudad y los perros y La infancia de un jefe (Sartre), De aquí a la eternidad (James Jones) y Las tribulaciones del estudiante Törless, de Musil, “novelas todas de la iniciación, que se anclan en la memoria en una edad del hombre que no suele olvidarse” (12). La escritora argentina Silvia Hopenhayn comparó La ciudad y los perros con la novela de Musil pero también con Retrato del artista adolescente de James Joyce e Infancia de J. M. Coetzee. La autora considera la novela de Musil como “afín al despegue vargasllosiano”, aunque subraya las diferencias de estilo y lenguaje: en la novela de Vargas Llosa “el lenguaje se vivifica mediante la audacia de la mixtura; difícil­mente a un austríaco como Musil se le hubiera ocurrido contarlo como lo hace Vargas Llosa, desde ninguno de los aspectos narrativos a los que el peruano se anima: la puntuación, como un salpicado, la procacidad en la pregunta, la fusión de la trama con el estilo: allí donde pululan gallinas, la prosa aparece picoteada” (13).

El poeta peruano Marco Martos escribió en 2012 que “el texto de Mario Vargas Llosa admite ser inscrito en la hermosa tradición de los libros de adolescencia”, en la que incluye las novelas de James Joyce (Retrato del artista adolescente) y Dylan Thomas (Retrato del artista cachorro), pero, dice Martos, “tiene un parentesco más cercano, si cabe, con Robert Musil, en su novela Las tribulaciones del estudiante Törless, y con José María Arguedas en Los ríos profundos”. A continuación dejó en claro que se trata de una “tradición” dentro de la cual caben diferentes aproximaciones y enfatiza la originalidad del autor peruano: “Este aire de familia de novelas de distintas tradiciones no hace sino resaltar la profunda originalidad de Mario Vargas Llosa que en el aspecto temático tiene sus fuentes pri­marias en la propia experiencia vital del autor y bastante menos en los libros que devoraba” (14).

Un estudio más detallado sobre la relación entre las novelas de Musil y Vargas Llosa es el de Begoña Souviron López, profesora en la Universidad de Málaga (15). La autora busca “considerar, al margen del motivo común del robo de ‘un examen’, su encubrimiento y posterior delación, el concepto de Literatura y de contexto de escritura a los que obedecen cada una de ellas”. Además, intenta “detenerse en la especulación imaginativa y su correspondiente materialización literaria, que varían de un escenario a otro, así como en las proyecciones de los personajes y el riesgo que éstas entrañan sobre todo a la hora de acometer un[a] interpretación crítica de La ciudad y los perros” (p. 81). Souviron López compara situaciones y personajes de ambas novelas tratando de encontrar semejanzas y diferencias en el tratamiento que le dan sus autores. Sin duda, hay situaciones harto similares: “Alcanzada la pubertad, Törless se integra en el Círculo”, formado por un grupo de compañeros del colegio; hay una prostituta, Bozena, ex sirvienta de la familia de Törless, que era frecuentada por los personajes adolescentes de la novela; Basini, uno de los compañeros de Törless, le cuenta historias a Bozena, “y las referencias a las lecturas que hacía la prostituta bien pudieron dar lugar posteriormente en la obra de Vargas Llosa al motivo de la escritura de ‘folletines’” (p. 87). Luego señala: “La caracterización de los personajes y las peripecias iniciales coinciden a menudo en ambas [novelas]. Así Reiting, precedente del Jaguar, ‘no conocía mayor placer que el de azuzar a las personas unas contra otras, y deleitarse en arrancar por la fuerza complacencias y zalamerías’”. Basini, según la autora, es el “epónimo” del Esclavo (p. 88), mientras que Alberto “hereda del joven Törless la capacidad de observar, analizar y conjeturar sobre todo lo que sucede, imaginando cómo podría ser de otra manera, así como el deseo de no aburrirse”. Para la autora, aunque existen “semejanzas entre algunos personajes y situaciones de Musil y Vargas Llosa” que deben atribuirse “a las estructuras y normas que constituyen los sistemas de interpretación de la realidad, que se explican porque ambos se formaron en colegios militares”, al final de cuentas “la problemática que plantea cada uno acorde con sus respectivos espacios y tiempos, es muy diversa; lo mismo que fue distante la óptica sartreana que tenía Vargas Llosa de las preocupaciones metafísicas y teológicas que tuvo Musil” (p. 100).

Algunos estudiosos de Musil, por otro lado, también han subrayado las semejanzas y diferencias entre ambas novelas. En su introducción a la edición de The Confusions of Young Törless publicada por Oxford University Press en 2014, Ritchie Robertson sostuvo que en la novela de Vargas Llosa “los muchachos mayores someten a los recién llegados a unos rituales de iniciación sadísticos y detestables; estos, sin embargo, están institucionalizados, mientras que el tratamiento similar que recibe Basini de Reiting y Reineberg resulta de su iniciativa personal. En la novela de Vargas Llosa, sin embargo, como en la de Musil, un pequeño grupo de muchachos forman un círculo secreto y controlan a los demás, un muchacho débil resulta ser la víctima de los abusos de los otros (bullying), y las autoridades (aquí oficiales militares en lugar de maestros civiles) desconocen ingenuamente las actividades ilícitas de los muchachos” (p. xiii).

¿Conoció Vargas Llosa la novela de Musil mientras redactaba La ciudad y los perros y se apropió de situaciones y personajes de Musil que luego trasvasaría a su novela? En 1984, durante la “Semana de autor” que le dedicó el Instituto de Cooperación Iberoamericana, Vargas Llosa contó que cuando ya había terminado “una de las versiones” de La ciudad y los perros, un amigo le habló de la novela de Musil, “de tema muy semejante” a la que él estaba escribiendo. Tal noticia, confesó Vargas Llosa, “me produjo una angustia extraordinaria. Entonces decidí no leer la novela para no ser influido” (16). El crítico Ricardo González Vigil, en un artículo sobre la influencia de Faulkner en la construcción de La ciudad y los perros, da por cierta la versión de Vargas Llosa:

Hay semejanzas indudables entre el reflexivo Törless y el poeta, y el martirizado Basini y el Esclavo; también Törless no soporta las vejaciones sufridas por Basini a cargo de un ‘círculo’ que experimentan con las ‘tinieblas’ del ser humano, y se enfrenta a las autoridades del colegio. Sin embargo, resulta creíble la confesión de Vargas Llosa de que desconocía dicha novela de Musil cuando escribió La ciudad y los perros, y que las semejanzas se explicarían porque se trata de colegios de internos sometidos a una disciplina militar. Sea como fuere, Musil no emplea la arquitectura múltiple de Faulkner, no crea técnicas diversas para cada perspectiva de sus protagonistas. Queda, pues, irrebatible El sonido y la furia como el referente mayor en la composición de La ciudad y los perros (17).

Si a González Vigil le resulta creíble la versión de Vargas Llosa, no se puede decir lo mismo de Efraín Kristal, un conocido estudioso de la obra del Nobel peruano, quien estableció una relación directa entre La ciudad y los perros y la novela de Musil:

Los antecedentes más importantes de La ciudad y los perros como una novela sobre el colegio internado para examinar el paso difícil de la adolescencia a la adultez son Las tribulaciones del estudiante Törless (1906) de Robert Musil, y Los ríos profundos de José María Arguedas (1961). En La ciudad y los perros Vargas Llosa parece asimilar y trascender aspec­tos importantes de ambas novelas. Hay también asuntos que las tres novelas tienen en común puesto que partici­pan de un género compartido que incluye el tema de la llegada al colegio de sus protagonistas, la violencia del adolescente, su iniciación sexual, las salidas de recreo, etc. Al igual que en Las tribulaciones del estudiante Törless, la novela de Vargas Llosa incluye la expulsión de un estu­diante que sirve de chivo expiatorio para las transgresio­nes de sus condiscípulos, una investigación por parte de las autoridades que deja ilesos a los mayores transgresores, y otros detalles con los que Vargas Llosa parece saludar a Musil como son los violentos ritos de iniciación con es­tudiantes obligados a ladrar como si fueran perros, y el apodo de Esclavo para la víctima de los peores delitos de los estudiantes del internado militar (18).

Y más adelante Kristal subrayó las diferencias entre las dos novelas:

Y, si en la novela de Musil los jóvenes que han transgredido los reglamentos de su institución engañan a las autoridades que nunca se enterarán de sus comportamientos sórdidos y criminales, en la novela de Vargas Llosa las autoridades adquieren plena conciencia de las perversiones de sus estudiantes. A diferencia de Musil interesado en el despertar del lado oscuro de los herederos del sector social más privilegiado de la sociedad austriaca, Vargas Llosa desenmaraña los mecanismos mediante los cuales sus personajes adolescentes van a integrarse a una sociedad corrupta. Los personajes de Musil pierden su inocencia cuando experimentan con sus instintos crueles y violentos, y los de Vargas Llosa la pierden cuando comprenden que la moralidad es el barniz que conviene a una sociedad entregada a la corrupción (19).

La posición de Kristal es algo ambigua. ¿Está sugiriendo que Vargas Llosa conocía esa novela cuando escribió La ciudad y los perros? ¿Cómo podría Vargas Llosa “asimilar” aspectos importantes de esa novela o “saludar a Musil” sin haberla leído?

¿Hay razones para dudar de la versión de Vargas Llosa? Existía una edición francesa de la novela de Musil publicada en 1957 por Editions du Seuil con el título Les désarrois de l’élève Törless y con varias reimpresiones en años sucesivos. La primera edición en español de la novela de Musil fue publicada por la editorial argentina Sur en 1960. Aquí reproduzco la portada de dicha edición:

Musil

¿Pudo haber llegado a manos de Vargas Llosa un ejemplar de la edición francesa o argentina de la novela de Musil? No sería imposible, ciertamente, aunque no existe evidencia de que ello hubiera ocurrido. Entre los libros de su colección personal que Vargas Llosa ya ha entregado a la biblioteca que lleva su nombre en Arequipa aparecen cuatro títulos de Musil en traducción al español (tres volúmenes de El hombre sin atributos y Sobre la estupidez, todos publicados en la década de 1970) pero no Las tribulaciones del estudiante Törless. No se puede descartar que un ejemplar de esta novela exista entre los libros de Vargas Llosa que todavía esperan ser enviados a Arequipa. Si así fuera, podríamos quizás conocer la fecha en que la leyó Vargas Llosa y las posibles anotaciones que hizo en el libro.

Mi conclusión, sin embargo, basada en la lectura de ambas novelas y en la opinión de la mayoría de críticos literarios, es que aun en el supuesto de que Vargas Llosa hubiera efectivamente conocido la novela de Musil durante la época en que escribió La ciudad y los perros, las acusaciones de plagio son absurdas. Resulta claro que el parentesco entre ambas novelas tiene su principal explicación en el hecho de que abordan unas problemáticas comunes (la adolescencia, la iniciación sexual, la violencia) y escenarios similares (internados escolares). Habría que mencionar además que Musil, al igual que Vargas Llosa, estudió en un colegio militar, lo que hace menos sorprendente ese parentesco. Aunque los parecidos entre algunos personajes son bastante evidentes no es exagerado afirmar que prácticamente en cualquier instituto educativo de adolescentes esa galería de personajes estará presente y que a Vargas Llosa no le hacía falta leer a Musil para descubrirlos (o imaginarlos). La existencia de algunas similitudes de personajes y situaciones, por otro lado, debe matizarse, pues también hay visibles diferencias: Törless y Basini, por poner un ejemplo, desarrollan una atormentada y pasajera atracción homosexual entre ellos. Además, en la novela de Musil la violencia y la corrupción se limita al universo de los internos sin llegar a tocar a las autoridades del colegio, y las ambigüedades morales que con tanta maestría propone La ciudad y los perros no terminan de reflejarse en toda su complejidad en Las tribulaciones del estudiante Törless. Finalmente, en Musil no existe la preocupación por reconstruir el mundo urbano externo al colegio que resultó tan importante en la novela de Vargas Llosa.

Coda 1. Hay otra historia que conecta, indirectamente, a Vargas Llosa con Musil: el editor catalán Carlos Barral -quien, como se sabe, publicó La ciudad y los perros luego de sortear la censura franquista- hizo una edición española de la novela de Musil (Seix Barral, 1969).

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El libro, según recuerda Barral en sus memorias (20), “había cumplido con los trámites de la censura previa y su publicación estaba perfectamente autorizada”, pero el editor tuvo que comparecer ante un tribunal acusado de atentar contra la moral pública. Pese a la débil defensa que tuvo por parte de un abogado de la casa editorial, Barral fue absuelto en dos instancias. Durante el interrogatorio, el fiscal, recuerda Barral, “me preguntó si acaso me daba cuenta de lo grave que era para la moral pública y en especial para la de los posibles jóvenes lectores el ejemplo del personaje que entraba en el dormitorio común empuñando un punzón y dispuesto a atormentar a sus compañeros. Me aseguró que eso era palmaria propaganda de la homosexualidad”. Cuando Barral le hizo notar que quizás quería decir sadismo, el fiscal replicó que sadismo y homosexualidad eran la misma cosa (21).

Coda 2. Existe otra novela ambientada en un internado para escolares que pocas veces se ha mencionado en relación a La ciudad y los perros. Se trata de la novela Malta brava, del escritor portugués Alexandre Cabral, publicada en 1955 y, hasta donde he podido verificar, jamás traducida al español. No he leído la novela, pero según un diccionario de literatura ibérica, se trata de la historia de un internado “militarizado” en el que los estudiantes llevan a cabo una rebelión contra las autoridades que, paradójicamente, pone en evidencia la pérdida de individualidad de los internos, quienes no aparecen identificados con sus nombres sino con números. También allí aparece “la corrupción y la preocupación hipócrita” de las autoridades del colegio por proteger su “buen nombre” (22). malta brava

Coda 3. Existe una tesis de licenciatura en la Universidad de Monterrey (México) escrita por Olga M. Guzmán Garza en 1985 titulada “Estudio comparativo de La ciudad y los perros y Las tribulaciones del estudiante Törless” que, lamentablemente, no he podido consultar. La única copia en Estados Unidos se encuentra en la colección Benson de la Universidad de Texas y está disponible solamente para consulta en sala.

Notas

(1) Ver, por ejemplo, el libro de Juan-Jacobo Bajarlía, El libro de los plagios (Buenos Aires: Ediciones Lea, 2011).

(2) El primero en lanzar la acusación, hasta donde he podido averiguar, fue el periodista venezolano Luis Cova García (El Universal, 25 de marzo de 1969). Asturias se hizo eco de ella en una entrevista publicada en La República el 20 de junio de 1971.  Ver Gerald Martin, Gabriel García Márquez. Una vida (Bogotá: Debate, 2009), p. 397. Muchos años después, en 2002, el escritor colombiano Fernando Vallejo todavía repetía el mismo infundio. José Emilio Pacheco fue uno de los defensores de García Márquez en un artículo de 1971. Preguntado por el supuesto plagio Vargas Llosa dijo esto en 1971: “Es un disparate que no tiene pies ni cabeza. El parecido entre Cien años de soledad de García Márquez y La búsqueda del absoluto de Balzac, solo es posible por la presencia de un alquimista en el argumento de ambos libros. Considerar que esa coincidencia es prueba de plagio, sería lo mismo que sostener la inautenticidad de El señor presidente de Asturias, aduciendo que es plagio del Quijote, de Cervantes, porque en ambas novelas existen caballos y mendigos” (Entrevista de Leoncio Reynaldo Trinidad, en Jorge Coaguila, Mario Vargas Llosa. Entrevistas escogidas, Iquitos, Tierra Nueva, 2010, p. 81). El propio García Márquez se refirió a la acusación en los siguientes términos: “Me llamó la atención porque decir que una cosa viene de la otra es bastante ligero y superficial. Inclusive, aunque esté dispuesto a aceptar que sí, que lo había leído antes, que inclusive decidí plagiarlo, lo que po­dría haber en mi libro de La Recherche serían unas cinco pági­nas, y en última instancia un personaje, el alquimista. Bueno, fíjate, cinco páginas y un personaje contra 300 páginas y unos doscientos personajes que no son del libro de Balzac. Creo entonces que los críticos deberían buscar 200 libros más para ver de dónde salieron los otros personajes. No tengo, además, ningún temor al concepto de plagio. Si mañana tuviese que escribir Romeo y Julieta lo haría, y creo que sería estupendo poder vol­verlo a escribir” (Entrevista con Rita Guibert, en Siete voces, México, Organización Editorial Novaro, S.A., 1974). La última novela de García Márquez, Memoria de mis putas tristes, también fue objeto de acusaciones de plagio, esta vez de la novela La casa de las bellas durmientes, del autor japonés Yasunari Kawabata.

(3) La película en alemán está disponible en https://www.youtube.com/watch?v=Qf4YT2rivAY. Portocarrero se refiere a la novela como Las tribulaciones del joven Törless, pero no he identificado ninguna edición en español con ese título. La mayoría se titulan Las tribulaciones del estudiante Törless, con excepción de la edición de Círculo de Lectores que fue traducida como Los extravíos del colegial Törless (1989).

(4) Portocarrero, al parecer, se hace eco de la crítica formulada en 1990 por el escritor español Pablo del Barco y José Saramago, futuro Premio Nobel de literatura, en el sentido que La guerra del fin del mundo era una “mala imitación” del libro de Euclides da Cunha, Os sertões. Vargas Llosa escribió un artículo para refutar la acusación: “Mi deuda con Euclides”. Hubo también una acusación de plagio contra Vargas Llosa por su novela La Fiesta del Chivo. El novelista hizo declaraciones negando los alegatos del acusador.

(5) Sobre el plagio (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2014), p. 13.

(6) José Donoso, “La ciudad y los perros: novela que triunfa en el mundo”,  Ercilla, No. 1530, 16 de septiembre de 1964, pp. 12-13.

(7) Alfonso La Torre, “Los cachorros o la castración generacional”, Expreso, 5 de noviembre de 1967.

(8) Carlos Fuentes, La nueva novela hispanoamericana (México: Joaquín Mortiz, 1969), p. 38.

(9) Luis Mateo Díaz, “La claridad melancólica de Vargas Llosa”, en Vargas Llosa. De cuyo Nobel quiero acordarme (Madrid: Instituto Cervantes, 2011), p. 163.

(10) José Miguel Oviedo, Mario Vargas Llosa. La invención de una realidad (Barcelona: Seix Barral, 1982), pp. 136-137.

(11) Luis Harss, Los nuestros (Buenos Aires: Sudamericana, 1966), pp. 428-429.

(12) J.J. Armas Marcelo, Vargas Llosa. El vicio de escribir (Madrid: Temas de Hoy, 1991), p. 268.

(13) Silvia Hopenhayn, “El pupitre del escritor”, Estudios Públicos, No. 122, 2011, p. 72.

(14) Marco Martos, “La ciudad y los perros. Áspera belleza”, en La ciudad y los perros, Edición conmemorativa, Real Academia Española y editorial Alfaguara, 2012, p. XXI.

(15) Begoña Souviron López, “El aprendizaje y sus modelos literarios. Escritura y diferencia”, en El silencio y la palabra: Estudios sobre la ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa (Málaga: Universidad de Málaga, 2012).

(16) Semana de autor. Mario Vargas Llosa (Madrid: Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1989), p. 87.

(17) Ricardo González Vigil, “Faulkner y La ciudad y los perros”, Libros & Artes, No. 44-45, diciembre 2010, p. 33.

(18) Efraín Kristal, “Refundiciones literarias y biográficas en La ciudad y los perros”, en La ciudad y los perros, Edición conmemorativa, Real Academia Española y editorial Alfaguara, 2012, p. 539, énfasis agregado.

(19) Idem, p. 540.

(20) Memorias (Barcelona: Península, 2001), pp. 585-586.

(21) Ver también “Carlos Barral. Marinero en tierra”, entrevista con Dasso Saldívar (Revista de la Universidad de México, No. 409-410, Febrero-Marzo de 1985).

(22) Dictionary of the Literature of the Iberian Peninsula (Nueva York: Greenwood Press, 1993), pp. 257-258.

 

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