Noticias desde La Habana

La revista Casa de las Américas, en su edición No. 298 (enero-marzo de 2020), ha publicado tres cartas inéditas de Vargas Llosa a Ambrosio Fornet, el destacado crítico, ensayista y editor cubano a quien conoció en Madrid, durante el año universitario 1958-1959, y con el cual forjó una amistad que duró muchos años e incluso sobrevivió, a la distancia, luego de la ruptura del primero con la Revolución cubana. Quiero destacar el hecho de que Casa de las Américas vuelve a publicar a Vargas Llosa casi medio siglo después de los acontecimientos que rodearon al caso Padilla: la última vez había sido también una carta, aquella que el 5 de mayo de 1971 le enviara Vargas Llosa a Haydée Santamaría renunciando al comité de colaboración de la revista. En el número correspondiente a julio-agosto de ese año se publicó esa carta junto con la respuesta de Santamaría.

Dos de las cartas recuperadas del archivo de Ambrosio Fornet son de 1962, cuando Vargas Llosa ya había terminado la redacción de La ciudad y los perros pero todavía no conseguía que alguna editorial se interesara en publicarla. La tercera es de 1966.

El 4 de abril de 1962 Vargas Llosa le escribió a Fornet para retomar el contacto interrumpido luego de haberse despedido ambos de Madrid en 1959: Fornet volvió a Cuba y Vargas Llosa se mudó a París. “Temo que no te acuerdes de mí”, le dice, y para refrescar su memoria menciona que en esos meses que coincidieron en Madrid “hablábamos con fervor y con inquietud de la Revolución, apenas iniciada”. De hecho, según me contó el propio Fornet en junio de 2017, Vargas Llosa estaba mejor informado que él sobre los acontecimientos que condujeron al triunfo de la Revolución en Cuba:

Mario parece haber sido muy aficionado a seguir las noticias no oficiales y hasta las radios clandestinas y me mantenía informado sobre lo que estaba ocurriendo en Cuba y los avances de los guerrilleros en la Sierra Maestra. Fue el primer admirador extranjero de la guerrilla fidelista que conocí.

Un par de meses antes, Vargas Llosa le había escrito al poeta peruano Javier Heraud, quien alistaba su viaje a Cuba. “Te envidio”, le dice Vargas Llosa. “En La Habana, busca a Ambrosio Fornet, que trabaja en Revolución. Fuimos buenos amigos en Madrid”.

A partir de esa primera carta de abril de 1962 se reanudó la comunicación entre Vargas Llosa y Fornet, primero por vía epistolar (con las conocidas complicaciones para el envío de correspondencia a Cuba y las pérdidas de cartas y paquetes) y luego en persona, durante las visitas de Vargas Llosa a la isla. La segunda carta de Vargas Llosa que recupera Casa de las Américas fue escrita el 26 de mayo de 1962 en París. En ella, le ofrece a Fornet noticias sobre el manuscrito de su novela:

He escrito la novela tres veces, de principio a fin y ahora creo que está acabada … Por desgracia, la novela -se llama, provisionalmente, Los impostores– no está publicada aún, ni tengo muchas posibilidades de editarla en español. En el Perú casi no hay editoriales; en España, la censura la mutilaría o la rechazaría de plano por el lenguaje y por el tema. En cambio, hay una vaga posibilidad de que se edite en francés, en Julliard. Está actualmente en el comité de lectura de la editorial y sé que uno de los lectores ha hecho un informe favorable. Ya veremos.

Respondiendo seguramente al deseo de Fornet de leer Los jefes, su primer libro publicado en 1959, Vargas Llosa le informó que “no puedo mandarte mi libro de cuentos, pues la editorial Rocas no me envía los ejemplares que me prometió. Se trata, además, de un libro adolescente y defectuoso que deploro haber editado”. Cuando Vargas Llosa visitó Cuba por segunda vez, en 1965, le llevó un ejemplar de ese libro: “Para Ambrosio Fornet, con la amistad (ya vieja) de su compañero de aula”, escribió en la dedicatoria.

En la carta de mayo de 1962, además, Vargas Llosa le preguntaba a Fornet si “el excelente Alejo Carpentier” había publicado algo nuevo. Importa retener este dato por lo que comentaré más adelante.

En octubre de ese año Vargas Llosa visitó Cuba por primera vez y pudo reencontrarse con Fornet, quien recordó así esa visita en 2017:

En 1962 Mario, que entonces residía en París, tuvo que viajar a México como corresponsal de la radio francesa, y aprovechó la ocasión para darse un saltico hasta acá. Lo presenté a varios amigos, pero en cuanto a contactos personales, el interés suyo, en el escaso tiempo de que disponía, era conocer personalmente a dos autores que admiraba, Alejo Carpentier y Virgilio Piñera (de este último había leído los Cuentos fríos, en un volumen publicado por Losada). No creo que mencionara en esos días a otros autores -Lezama, por ejemplo, no era todavía el celebrado y polémico autor de Paradiso.

Vargas Llosa no pudo conocer a Carpentier durante esa breve visita, pero sí a otros escritores de la isla: “gracias a mi antiguo compañero de la Universidad de Madrid Ambrosio Fornet y la peruana Hilda Gadea, que había conocido al Che Guevara en la Guatemala de Jacobo Árbenz y se había casado y tenido una hija con él en México, estuve con muchos escritores cubanos ligados a la Casa de las Américas y a su presidenta, Haydée Santamaría, a quien traté brevemente” (Vargas Llosa, La llamada de la tribu, p. 14). A su regreso a París, Vargas Llosa escribió una “Crónica de la Revolución” en la que registró sus impresiones sobre Cuba, incluyendo el ámbito literario, en el cual destacó a “tres de los mejores escritores jóvenes de Cuba, Ambrosio Fornet, Edmundo Desnoes y Jaime Sarusky”.

La comunicación continuó luego por carta, aunque a partir de ahora la información procede de las misivas que Fornet dirigió a Vargas Llosa y que pude consultar en la biblioteca Firestone de la Universidad de Princeton. En diciembre de 1962 Vargas Llosa ganó el Premio Biblioteca Breve y luego se inició el proceso de negociación con la censura franquista, con las dificultades que todos conocemos. El 27 de julio de 1963 Fornet le escribió para, entre otras cosas, sugerir la posibilidad de una edición cubana de La ciudad y los perros:

Creo que del mismo modo que se hizo con La isla, se podría publicar aquí la tuya en Ediciones R; sería una edición limitada al mercado cubano y por lo tanto no creo que Seix Barral tenga inconveniente. Goytisolo podría decirte cómo se arregló su edición aquí y la tuya seguiría un patrón similar. Todavía tendría que hablar con [Virgilio] Piñera, que está a cargo de “R” y, si es preciso, con [Carlos] Franqui, cuando regrese; lo importante es que la cosa se ponga en marcha. De las gestiones acá, yo me encargo. Ahora hace falta que me digas qué crees de eso.

Fornet aludía a La isla, novela de Juan Goytisolo que, pese a su título, no tenía que ver con Cuba. Rechazada por la censura española por “obscena” y “degenerada”, se imprimió en México en 1961. Al año siguiente se publicó la edición cubana. Ediciones R era un sello editorial asociado con el diario Revolución y su excelente suplemento Lunes de Revolución, por entonces ya cerrado. Bajo la dirección de Virgilio Piñera puso en circulación un importante catálogo de títulos literarios, políticos y artísticos. Fornet trabajó con Piñera en Ediciones R antes de pasar, hacia 1964, a la Editorial Nacional que dirigía Alejo Carpentier.

Ignoro si Vargas Llosa consultó con Barral la sugerencia de Fornet y si le ofreció a este una respuesta. No todas las comunicaciones entre ellos han sobrevivido. Lo cierto es que no hubo edición cubana de La ciudad y los perros. La edición de Seix Barral se publicó en octubre, en Barcelona, como es ampliamente conocido. Los primeros ejemplares llegaron a La Habana en manos de visitantes extranjeros, como fue el caso del periodista y ensayista italiano Valerio Riva, socio del legendario editor Giangiacomo Feltrinelli, que viajó a comienzos de 1964 como jurado del Premio Casa de las Américas de cuento. En esa edición del Premio también integraron el jurado el propio Ambrosio Fornet, en cuento, y el escritor italiano Ítalo Calvino, el ensayista mexicano Fernando Benítez y el crítico uruguayo Ángel Rama, en novela. Benítez y Rama acababan de leer La ciudad y los perros y poco después, en febrero, Rama publicaría una de las primeras reseñas de la novela. El 9 de abril de 1964 Fornet le escribió a Vargas Llosa:

La novela -una bella edición de Seix Barral- pude hojearla un momento: la tenía Valerio Riva, el editor de Feltrinelli; me dijo que iban a publicarla dentro de poco en Italia; le pedí el ejemplar, me lo prometió, pero todavía no me lo ha dado. Estoy ansioso por leerla; en cuanto lo consiga y la lea, te escribiré. Quiero también hacerle un comentario, si es posible en ese mismo número especial [Fornet se refiere al número de Casa de las Américas, entonces en preparación, sobre “Nueva novela latinoamericana”]. La compañera de Italo Calvino -se llama Fifí o Lilí?- me trajo tus saludos; me habló también del éxito de la novela; me he enterado que Fernando Benitez habló aquí maravillas de ella; y según Orfila, del Fondo de Cultura, Carlos Fuentes dice modestamente a todo el que quiera oirle que en los últimos años sólo han aparecido tres novelas en América: El siglo de las luces, Rayuela y la tuya. Dicho así, todo esto parece puro chisme literario de salón internacional -lo que aquí llamamos puro chú-chú-chú- pero es también mucho más, y es por ese “mucho más” que me alegro y te lo cuento.

Jurado del Premio Casa de las Américas, 1964. Haydée Santamaría preside la sesión
A la derecha se distingue, entre otros, a Heberto Padilla y Ángel Rama

Vargas Llosa le envió a Fornet ejemplares de la novela pero nunca llegaron. Así se lo hizo saber Fornet en carta del 5 de octubre de 1964:

No he recibido los ejemplares que me enviaste. Es una lástima. El único libro en circulación está bastante gastado. [Juan] Larco me dijo que hay aquí un peruano que lo está buscando como loco -al libro- porque él estudió precisamente en el Leoncio Prado y quiere ver cómo viste tú la cosa. Seguramente no tendrá muy buenos recuerdos escolares tampoco.

De alguna manera Fornet se las arregló para leer La ciudad y los perros, probablemente en ese ejemplar “bastante gastado” que circulaba de mano en mano, pues en el número especial de Casa de las Américas ya mencionado, correspondiente a octubre-noviembre de 1964, apareció su reseña, que él juzgó “un poco precipitada” en la carta a Vargas Llosa, “pero clara en un sentido: la novela es excelente”.

El escritor, editor y crítico cubano Ambrosio Fornet en 1964

Otro lector y admirador de La ciudad y los perros en Cuba resultó ser “el excelente” Alejo Carpentier. Casi al mismo tiempo que Fornet leía y reseñaba la novela, Carpentier daba inicio, el 25 de octubre de 1964, a una serie de conferencias radiales sobre literatura y música latinoamericanas. Carpentier era por entonces director de la Editorial Nacional (antes Imprenta Nacional), en la que Ambrosio Fornet llevaba adelante una importante labor como editor. Las conferencias de Carpentier, emitidas por Radio Habana Cuba, fueron transcritas y publicadas casi cuatro décadas más tarde en un libro titulado La cultura en Cuba y en el mundo (Letras Cubanas, 2003).

Carpentier era ya un consagrado novelista, con títulos tan importantes como El reino de este mundo (1949), Los pasos perdidos (1953) y El siglo de las luces (1962). La aparición de esta última, primero en Francia (Gallimard) y luego en México (Compañía General de Ediciones), coincidió en el tiempo con algunos hitos fundamentales del futuro boom latinoamericano: ese mismo año se publicaron Aura y La muerte de Artemio Cruz de Fuentes e Historias de cronopios y de famas de Cortázar, y Vargas Llosa ganó el Premio Biblioteca Breve con Los impostores. Un año antes había aparecido El coronel no tiene quien le escriba de García Márquez y, al año siguiente, en 1963, se publicaron La ciudad y los perros en Barcelona y Rayuela en Buenos Aires. En agosto de ese mismo año apareció la primera edición cubana de El siglo de las luces, en Ediciones R, con un tiraje de 5,500 ejemplares y un atractivo diseño de Raúl Martínez.

El siglo de las luces consolidó el prestigio de Carpentier en el ámbito de la literatura en español y lo acercó a los “nuevos” narradores. Con Carlos Fuentes ya se conocían personalmente: en 1960 ambos integraron el jurado de novela en la primera versión del Premio Casa de las Américas y, aprovechando la presencia de Fuentes en La Habana, Carpentier lo invitó a dar una charla en la Biblioteca Nacional José Martí. Se volvieron a ver en el encuentro de escritores de Concepción, Chile, en enero de 1962, durante el cual Fuentes ubicó a Carpentier “a la cabeza de los novelistas americanos”. En 1964, en su artículo “La nueva novela latinoamericana”, lo llamó “el más grande novelista vivo de la lengua”, y de El siglo de las luces dijo que era una novela “que a veces parece sobrehumana” y la comparó con las de Tolstoi y Conrad.

Alejo Carpentier, Carlos Fuentes y Miguel Otero Silva,
jurados del Premio Casa de las Américas, 1960

Vargas Llosa había leído también a Carpentier y admiraba, en especial, Los pasos perdidos. Cuando Cortázar fue invitado por primera vez a viajar a Cuba, en enero de 1963, para integrar el jurado del Premio Casa de las Américas, le escribió a su amigo Manuel Antín que “pasarme un mes allí hablando con gentes como Alejo Carpentier y Lezama Lima, sería una experiencia maravillosa”. A fines de 1964 se publicó el número de Casa de las Américas ya mencionado sobre “Nueva novela latinoamericana“, que reunió, entre otros, a Carpentier, Cortázar, Fuentes y Vargas Llosa. (García Márquez fue también invitado, pero al final no participó). Casi al mismo tiempo, en septiembre de 1964, Luis Harss empezaba a entrevistar a escritores para el que sería su clásico libro Los nuestros (1966). Allí aparece también Carpentier al lado de los cuatro principales miembros del boom y, entre los de mayor edad, Borges, Asturias y Guimarães Rosa.

Aunque no es esta la oportunidad para ofrecer un recuento exhaustivo de las lecturas de Carpentier por parte de los escritores del boom, vale la pena mencionar que hubo, de parte de Cortázar, algunas reservas sobre la novelística del cubano. La admiración no desapareció, pero estuvo matizada por consideraciones de estilo y lenguaje. Carpentier, según Cortázar, no era uno de los “nuevos”, como lo había considerado Fuentes, sino “un maravilloso caso de anacronismo literario”. Más aún, para Cortázar, El siglo de las luces y Rayuela se ubicaban en polos opuestos “en materia de actitud estética e incluso ética” (carta de Julio Cortázar a Carlos Fuentes, 15 de agosto de 1964).

La admiración de los escritores del boom por la obra de Carpentier fue ampliamente reciprocada. Carpentier leyó las novelas de sus jóvenes colegas y las elogió copiosamente en algunas de sus charlas radiales. Durante la emisión de la cuarta entrega, por ejemplo, titulada “La novela en América Latina (del pintor Diego Rivera a Miguel Ángel Asturias)” y transmitida el 15 de noviembre de 1964, Carpentier anunció que más adelante iba a comentar “la expresión novelística más importante del momento presente”, que él identificaba con tres novelas:

Una de ellas es de un argentino, residente en París, que nos visitó recientemente: Julio Cortázar, cuya novela, Rayuela -el título significa un tipo de juego de niños que, en Cuba, llamamos corrientemente “arroz con pollo”-, ha sido una de las novelas más comentadas y más interesantes en los últimos tiempos. La segunda novela, que yo citaría como ejemplar, es de un autor peruano de veintiocho años, llamado Vargas Llosa, y se titula esta novela magistral, lograda de comienzo a fin: La ciudad y los perros. Finalmente, la obra novelesca, ya caudalosa, de otro gran amigo de Cuba que nos ha visitado varias veces, que es Carlos Fuentes, con La región más transparente y otras novelas publicadas más recientemente –La muerte de Artemio Cruz, una de ellas-, que se pueden contar entre las obras maestras de la literatura contemporánea americana.

Resulta interesante comprobar la simetría de las valoraciones que expresaban Fuentes y Carpentier: el primero incluyó en su importante artículo sobre la “nueva novela” a Vargas Llosa, Cortázar y Carpentier, mientras que, casi simultáneamente, Carpentier destacaba como los tres autores “del momento” a Vargas Llosa, Cortázar y Fuentes. Una nota sobre Fuentes publicada en la revista cubana Bohemia el 4 de diciembre de 1964 parecía combinar las dos opiniones: “Junto a Julio Cortázar, Alejo Carpentier y Mario Vargas Llosa, Fuentes está considerado uno de los más importantes novelistas de la América actual”.

Mientras tanto, los encuentros en persona continuaban. En enero de 1965, Vargas Llosa y Cortázar visitaron Cuba como jurados del Premio Casa de las Américas en novela y cuento respectivamente. Durante esa visita tuvo lugar el Café-Conversatorio sobre La ciudad y los perros en el que participaron, además del autor, Ambrosio Fornet, Luis Agüero y el peruano Juan Larco (mencionado por Fornet en una de sus cartas a Vargas Llosa). Fue durante esa estadía en La Habana, además, que Vargas Llosa conoció personalmente a Carpentier y le hizo una entrevista que se publicó en el diario Expreso de Lima. Poco después, en abril, Carpentier dio unas conferencias en París en las que nuevamente presentó a Fuentes, Cortázar y Vargas Llosa como los renovadores de la literatura latinoamericana.

A su regreso a Cuba, Carpentier continuó con su ciclo de charlas radiales. En la sesión correspondiente al 30 de julio de 1965, dedicada a su propia obra, comentó brevemente el número especial de Casa de las Américas mencionado más arriba y aprovechó para reiterar su alta estima por las novelas de sus colegas:

Esta coincidencia de la aparición de este número, consagrado a la nueva novela latinoamericana, con lo que decía en charlas pasadas acerca del proceso de renovación que se está observando en la novela latinoamericana, viene a traer a la portada de este número varios nombres de escritores que yo he citado anteriormente: Julio Cortázar, desde luego; Juan Carlos Onetti; Ernesto Sabato; Carlos Fuentes, de quien hablé en mi pasada charla; Mario Vargas Llosa, que he citado muchas veces por su admirable novela, publicada recientemente, y que ha producido una verdadera conmoción en el mundo literario de América Latina.

Conviene resaltar el hecho de que Carpentier compartía estos juicios no con los asistentes a un debate en Casa de las Américas o los lectores de alguna revista literaria, sino con un público potencialmente más amplio que, aunque no tuviera necesariamente acceso a los libros, sí podía seguir el derrotero de la novela latinoamericana y sus representantes a través de la radio, guiados por quien era, sin duda, el más importante narrador vivo de Cuba.

Recordemos, además, que mientras Carpentier trasmitía sus charlas radiales, los libros de los principales autores del boom empezaban a circular y a ser debatidos en Cuba: Casa de las Américas publicó, en agosto de 1964, un volumen de Cuentos de Cortázar con prólogo de Antón Arrufat y un tiraje de 5,000 ejemplares; Cubartimpex, la agencia cubana de exportación e importación de bienes culturales, adquirió para distribuir en Cuba un lote de 2,000 ejemplares de La ciudad y los perros; y se organizaron Café-Conversatorios en Casa de las Américas sobre La mala hora (27 de abril de 1964), La muerte de Artemio Cruz (24 de junio de 1964), La ciudad y los perros (29 de enero de 1965) y Rayuela (2 de julio de 1965).

La sincronía entre estas formas “letradas” de difusión de los autores del boom con las emisiones radiales de Carpentier resulta reveladora del clima altamente receptivo que había en Cuba por la llamada “nueva novela latinoamericana”. Ese clima era el resultado de la confluencia entre la calidad literaria de los autores y su cercanía con la Revolución cubana. Como cité antes, Carpentier presentó a Fuentes como “gran amigo de Cuba que nos ha visitado varias veces” y a Cortázar como “residente en París, que nos visitó recientemente”. Cuando le tocó abordar en detalle la novelística de Carlos Fuentes en el ciclo radial, Carpentier hizo explícita la conexión entre calidad literaria y compromiso político:

En esta introducción yo quisiera recordar que Carlos Fuentes, que ha visitado nuestro país recientemente en dos oportunidades, que ha formado parte del jurado del Premio Casa de las Américas, es uno de los amigos más decididos que tiene nuestra Revolución.

Y recordó cómo en Concepción, en 1962, “Carlos Fuentes asumió la defensa de la Revolución cubana con una competencia, una energía y una decisión” que le valieron el impedimento de ingresar a Estados Unidos. Carpentier estaba difundiendo la producción de destacados escritores pero también, y quizás sobre todo, de intelectuales solidarios con la Revolución.

La centralidad de Cuba en la génesis y desarrollo del boom no es, por supuesto, ninguna novedad, pero la consulta de nuevas fuentes (cartas, transcripciones de charlas, recortes periodísticos) nos permite reconstruir con mayor precisión las conexiones personales y las relaciones institucionales que se fueron forjando, así como los medios que sirvieron para hacer del boom un fenómeno con un profundo anclaje cubano: intercambios epistolares, entrevistas, conversatorios, publicaciones, reseñas, charlas radiales, invitaciones, viajes, intercambios de libros… Ambrosio Fornet y Alejo Carpentier, a quienes hemos recordado en esta nota, formaron parte de ese vibrante y heterogéneo campo literario e intelectual cubano que arropó a los autores del boom y, al hacerlo, contribuyó también a promover la causa de la Revolución.

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