Ángel Rama y La ciudad y los perros

Ángel Rama (extremo superior izquierdo) y Vargas Llosa con Pablo Neruda en 1969
(Fotografía de Sara Facio)

Ángel Rama (1926-1983) fue uno de los críticos literarios más importantes de la segunda mitad del siglo XX en América Latina. Fue también un gran promotor cultural, tanto en Uruguay, su país de origen, como en Venezuela, donde impulsó la notable Biblioteca Ayacucho. En la década de 1960 Rama trabajaba como editor cultural del diario Marcha de Montevideo, una publicación de la que Vargas Llosa fue colaborador frecuente en esos años. Aunque más tarde tuvieron discrepancias de orden literario y político, Vargas Llosa y Rama forjaron una amistad que se remonta a esa etapa y que solo se interrumpió con la trágica muerte de Rama en 1983.

En 1972, a raíz de la publicación del ensayo de Vargas Llosa sobre García Márquez (Historia de un deicidio, Barcelona: Barral, 1971) se produjo un breve e intenso debate entre el escritor y el crítico que luego sería recogido en el volumen García Márquez y la problemática de la novela (Buenos Aires: Corregidor-Marcha ediciones, 1973). En junio de 1982 Rama dedicó un largo ensayo a la novela de Vargas Llosa La guerra del fin del mundo, que luego se publicaría como prólogo a la edición de Círculo de Lectores (Barcelona, 1983). En ese texto Rama no dudó en llamar a Vargas Llosa “nuestro mayor clásico vivo”. Antes, en 1980, cuando estaba trabajando en esa novela, Vargas Llosa dio una charla en el Wilson Center en Washington DC a la que asistió Rama, quien luego escribiría en su diario algunos apuntes sobre lo que había escuchado: “Lo más evidente es su fascinación por las actitudes fanáticas que le atraen en la misma medida que le rechazan orgánicamente, y que no dejó de vincular a un comportamiento aún vigente entre los latinoamericanos, con explícita referencia a los intelectuales de hoy donde puede percibirse la acción que sobre él ha tenido un acoso de grupos izquierdistas desde su alejamiento de posiciones castristas”. Y más adelante: “en su cara, en su sofrenada intensidad, se ha hecho más visible la energía salvaje que lo mueve, una violencia brutal, como de personaje balzaciano, apenas disimulada por los buenos modales” (Ángel Rama, Diario, 1974-1983, Ediciones El Andariego, 2011, p. 185).

Luego del accidente que le costó la vida al crítico uruguayo, Vargas Llosa escribió un sentido homenaje: “Me alegro haberle dicho, la última vez que le escribí, que su ensayo sobre La guerra del fin del mundo era la que más me había impresionado entre todas las críticas a mi obra”. Ese texto de Vargas Llosa fue incluido como prólogo a la edición póstuma del célebre ensayo de Rama La ciudad letrada (Hanover: Ediciones del Norte, 1984).

Rama fue uno de los primeros críticos fuera de España y el Perú en escribir una reseña de La ciudad y los perros. Fue publicada con el título “De como sobreviene lo humano” en el diario Marcha, el 21 de febrero de 1964. Luego de calificar la novela como “excepcional”, Rama colocó a Vargas Llosa dentro del grupo de “nuevos narradores americanos [que] recuperan en un nivel distinto, superior, enriquecido por la experiencia vanguardista, al realismo novelesco”. Rama menciona dentro de ese grupo a Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, José Donoso, Augusto Roa Bastos y David Viñas.

Cito a continuación los párrafos finales de esa extensa y brillante reseña de Rama en la que, como verán los lectores, no faltaron algunas críticas a la primera novela de Vargas Llosa:

La vida de los jóvenes se desarrolla, habitualmente, en el desamparo, en un territorio casi fantasmal porque es ajeno a la acción de los educadores, se diría que de la sociedad toda que, sin embargo, los condiciona. Allí, en la soledad, dentro de la circunstancia brutal y sucia, como quien dice dentro de un ahogante plotoplasma sangriento, se opera el tantas veces definido como segundo nacimiento: allí nace el hombre por vez definitiva. Contar eso con una adhesión estrecha y apasionada, ser capaz de la mayor probidad y rigor para respetar el formulamiento de la verdad y de la realidad de esos seres, seguirlos, moldearse a ellos, y sin embargo no meterse como intruso entre ellos, es lo que la vivaz prosa narrativa de Vargas Llosa ha conseguido. La novela es quizás demasiado extensa, a partir de la mitad pierde su pareja y ordenada construcción y concede a rellenos marginales, en la misma medida en que intenta una ampliación significante que no estaba prevista en los capítulos iniciales, va derivando de un modo no suficientemente justificado por los distintos personajes en un esfuerzo de abrir un abanico de posibilidades. Pero todo esto no afecta ni restringe la lectura apasionada que motiva, ni la excelencia de su escritura donde este mundo sucio y cruel se plasma y se trasfunde por el estilo intenso. Algunas de estas páginas jadeantes repiten moldes narrativos ya utilizados -para citar un americano bastaría recordar el Eloy de Droguett- pero él sabe dotarlos de un aire veraz y contagioso.

Si dentro de la literatura peruana la novela de Vargas Llosa es un hito original, también alcanza en la más amplia comarca de la narrativa de lengua española un alto lugar, que es inusual en una primera novela. Ocurre que esta novela del nacimiento del hombre, ha parido un gran novelista.

El texto completo de la reseña se puede leer haciendo click en la siguiente imagen:

 

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