Miguel Delibes: “Los hombres somos ruines en todas partes”

En 2010, la editorial madrileña La Fábrica decidió relanzar, bajo la dirección de Esther Tusquets, la legendaria serie Palabra e imagen que publicó Lumen entre 1961 y 1985 y que fuera creada por la propia Esther y su hermano Óscar. Así resumía Lumen, en algún material publicitario, el concepto detrás de la colección: “El testimonio implacable de la fotografía, la fuerza expresiva de la palabra, unidos por primera vez en una colección tan audaz en sus temas como innovadora en su diseño y realización”. En sus Confesiones de una editora poco mentirosa, Esther Tusquets describió los volúmenes de la serie con una dosis de buen humor: “libros caros, libros de lujo, adecuados para regalo, impresos en esos papeles que se utilizan en los mercados para envolver las cerezas o las sardinas”. Cada volumen reunía relatos o poemas acompañados de fotografías que, más que “ilustrar” el contenido, ofrecían una interpretación propia de él. Entre los poetas y narradores publicados en la primera serie estuvieron Vargas Llosa, Neruda, García Lorca, Caballero Bonald, Carpentier, Barral, Cela y otros. Y, del lado de los fotógrafos, figuras tan destacadas como Colita, Oriol Maspons, César Malet y Xavier Miserachs.


Aunque el propósito de relanzar la serie fue incluir nuevos autores y títulos, la segunda etapa se inauguró con la reedición de dos clásicos de la primera época: Viejas historias de Castilla la vieja, de Miguel Delibes, con fotografías de Ramón Masats (1964), y Los cachorros, de Vargas Llosa, con fotografías de Xavier Miserachs (1967). Ambos circularon y circulan individualmente, pero La Fábrica, como puede verse en la imagen que encabeza esta nota, los puso también a la venta juntos, dentro de un estuche que, a partir de cierto momento, empezó a venderse al apetitoso precio de 10 euros.

Los caminos de Vargas Llosa y Delibes empezaron a cruzarse al menos desde 1963. Delibes era un autor ya conocido y premiado, y Vargas Llosa iniciaba recién su trayectoria como novelista. Ese año apareció La caza de la perdiz roja de Delibes, en Palabra e Imagen, con fotografías de Oriol Maspons, y la primera edición de La ciudad y los perros fue publicada por Seix Barral con fotografía del mismo Maspons en la portada. En 1964 se publicó Viejas historias de Castilla la vieja (una copia de esa primera edición existe en la biblioteca de Vargas Llosa en Arequipa) y ese mismo año Esther Tusquets invitó al escritor peruano a sumarse a la colección:

Leí con enorme interés La ciudad y los perros. Es uno de los libros que más profundamente me han impresionado. Lo leí con pasión desde las primeras páginas hasta la última. Me parece una novela extraordinaria.
Quisiera que escribiera usted un libro para esta editorial, para la colección Palabra e Imagen. Le mando por correo un folleto de la colección y un par de títulos … El libro con fotografías tiene enormes posibilidades y espero que a usted le guste la idea. Por otra parte, nuestras ediciones son cuidadísimas y haríamos un hermoso libro con el texto que usted escribiese.
Mi interés en que usted acepte es máximo. De poquísimos autores me gustaría tanto publicar un libro … Es usted el autor ideal para un Palabra e Imagen (Carta de Esther Tusquets a Vargas Llosa, 28 de julio de 1964).

Vargas Llosa, que por entonces trabajaba en la redacción de La casa verde, aceptó la invitación y así nació, no sin numerosas idas y venidas respecto al texto definitivo, Los cachorros, con las fotografías de Miserachs, un volumen que es hoy un clásico no solo de la narrativa contemporánea sino también del fotolibro en español.

También en 1964, como es sabido, Vargas Llosa ganó el Premio de la Crítica por La ciudad y los perros, galardón que apenas un año antes había recibido Delibes por su novela Las ratas (Destino, 1962). Ambientada en el mundo rural, la novela de Delibes comparte con la de Vargas Llosa la ambición por ofrecer una narrativa realista y por registrar -y, por tanto, denunciar- males sociales como la injusticia, la pobreza y la violencia (el personaje central es un niño cuyo padre, un individuo marginal y miserable, tenía como “oficio” cazar ratas). Años más tarde Delibes diría que en Las ratas “intenté hacer compatible la estética con la denuncia de los problemas”. Curiosamente, la portada de la primera edición de la novela de Delibes incluía los perfiles de un perro y de alguien portando una vara de golpear: vistas las portadas de varias de las ediciones de La ciudad y los perros, esta de Las ratas bien podría haberse usado para la novela de Vargas Llosa.

Al igual que Esther Tusquets, Delibes leyó y admiró La ciudad y los perros tempranamente. En la entrevista que en 1970 le hicieron Fernando Tola de Habich y Patricia Grieve para el volumen Los españoles y el boom (Caracas: Tiempo Nuevo, 1971), Delibes hizo explícita su valoración de la primera novela de Vargas Llosa, a la que agregó comentarios sobre sus otros libros:

Pregunta: De los libros de Vargas Llosa, ¿cuál es el que más le ha gustado?
Delibes: La ciudad y los perros, sin duda. Me impresionó. También me parece impecable Los cachorros; La casa verde me parece más confusa; Conversación en La Catedral, que he leído fragmentariamente, más artificial. El tema de La ciudad y los perros, además, tiene validez para todos. Ese ambiente cuartelero, esa lucha por mantener el buen nombre de la institución a costa de lo que sea, vale para Europa o para América o para Oceanía. Los hombres somos ruines en todas partes y nuestra organización, defectuosa, en todas partes también. Otra aportación valiosa de Vargas Llosa -aparte [del] enfoque, construcción y ruptura del tiempo novelesco- es la de facilitar al lector pistas para que colabore en la creación de la novela. Es decir que, en cierto modo, Vargas opera un poco como los viejos autores de novelas de misterio, pero más sutilmente. Y esta es otra razón por la que prefiero La ciudad y los perros. Aquí las pistas me llevaron a una rápida identificación de los personajes que se mueven en dos planos paralelos sometidos a cronología distinta.

Angelines Castro, esposa de Delibes: Me acuerdo que tú leíste muy pronto la primera, La ciudad y los perros, y en una conferencia que diste hiciste alusión a él [Vargas Llosa] cuando casi no se conocía aquí, y mucha gente preguntaba: “quién es, por favor, me quiere decir…”, porque te gustó muchísimo.
Delibes: Mucho, y me gustó también esta novela corta que publicó Lumen, Los cachorros, muy bien hecha. Medida.

La conferencia que recordó la esposa de Delibes fue, casi con seguridad, “El novelista y sus personajes”, ofrecida en el Instituto de Cultura Hispánica el 30 de enero de 1964 y que luego repetiría ante varias audiencias en España y Estados Unidos. Años más tarde, con algunos cambios, fue incluida en el volumen España 1936-1950: muerte y resurrección de la novela (Destino, 2004). Allí se lee lo siguiente:

[A]nte la dificultad de abordar temas nuevos, la eficacia de un novelista depende de su capacidad para arrancar destellos nuevos de temas viejos, de su talento para plantear éstos desde un ángulo desusado o de exponerlos conforme a las reglas de una estética personal.
Así, la rutina, la promiscuidad, la crueldad, la amoralidad que prevalecen en un centro militar peruano, que tan expresivamente describe Vargas Llosa en su novela La ciudad y los perros, son las mismas que reinan en tantos lugares semejantes de otros tantos países americanos y europeos (esto es, el tema es repetido) y, sin embargo, Vargas Llosa acierta a pintar este clima bajo una nueva luz, mediante unos recursos desacostumbrados y logra, de esta forma, un acierto literario, lo que me lleva a la convicción de que el arte narrativo reside, antes que en la originalidad del tema, en ese don mágico para ahondar en la trascendencia de lo aparentemente trivial, sirviéndonos de unos personajes humanos y convincentes.

***

Delibes, nacido en 1920, fue autor de una importante obra narrativa que se había iniciado con La sombra del ciprés es alargada (1948, Premio Nadal) y continuaría con novelas tan importantes como Cinco horas con Mario (1966), Los santos inocentes (1981) y El hereje (1998). Sus obras completas fueron publicadas por Círculo de Lectores y Galaxia Gutenberg en 2007. Aparte del Nadal y el ya mencionado Premio de la Crítica, recibió otros reconocimientos a lo largo de su extensa trayectoria, incluyendo el Premio Nacional de Narrativa en 1955 y 1999 y el Premio Príncipe de Asturias en 1982 (compartido con el escritor gallego Gonzalo Torrente Ballester). Fue elegido miembro de la Real Academia Española en 1973 y tomó posesión de su silla en 1975.

En 1992, Delibes y Vargas Llosa fueron finalistas del Premio Cervantes junto a la cubana Dulce María Loynaz. El triple empate entre ellos se rompió al cabo de nueve votaciones y Loynaz resultó ganadora. Al año siguiente, el premio fue para Delibes. La fundación que lleva su nombre ha colocado en su archivo digital el telegrama de felicitación que Vargas Llosa le envió en diciembre de 1993:

El 26 de abril de 1994 Vargas Llosa le escribió a Delibes para reiterar su felicitación a raíz de la ceremonia de entrega del premio en la Universidad de Alcalá de Henares, y para expresar “el respeto y la admiración que siento por su obra, la novelística y también la ensayística, y por su envidiable estilo que mantiene viva y actual la mejor prosa española”. La carta parece haber sido escrita con el fallo del Premio Cervantes correspondiente a 1994 en mente. Vargas Llosa sonaba como uno de los favoritos y Delibes era miembro del jurado en su condición de ganador del premio el año anterior. La votación favoreció a Vargas Llosa, una decisión que no estuvo exenta de polémica: otro de los candidatos fuertes era Camilo José Cela, quien sin embargo había declarado hacía poco que el Cervantes estaba “desprestigiado y cubierto de mierda”, por lo que se especuló que habría sido vetado por el jurado. El mismo Delibes tuvo que aclarar que esa y otras declaraciones no habían pesado en la decisión del jurado. Cela recibió el premio al año siguiente.

A comienzos de 1994, por otro lado, Vargas Llosa había sido propuesto por Rafael Lapesa, Pedro Laín Entralgo y Camilo José Cela para ocupar la silla “L” de la Academia. En febrero de 1994, Vargas Llosa le envió una carta a Delibes para pedirle “su benevolencia a la hora de la votación”. Ingresar a la Academia, escribió Vargas Llosa, sería “un paso definitivo de mi integración a España, un país que ahora puedo también orgullosamente llamar mío”. (Recordemos que en 1993 Vargas Llosa obtuvo la nacionalidad española). El 24 de marzo de 1994, Vargas Llosa fue elegido miembro de la RAE.

Pese a la elogiosa carta de abril de 1994, la única huella de Delibes que he encontrado en los escritos de Vargas Llosa es una mención, casi al paso, de Cinco horas con Mario en una lista de novelas narradas en segunda persona (Cartas a un joven novelista, Alfaguara, 2011, p. 51).


Vargas Llosa y Delibes, en fecha y lugar no precisados

Delibes, por su parte, volvió a referirse a Vargas Llosa y otros escritores latinoamericanos en el extenso diálogo que sostuvo con César Alonso de los Ríos (Conversaciones con Miguel Delibes, Madrid, Editorial Magisterio Español, 1971):

[Q]ue surjan unas brillantes figuras en literatura castellana en América del Sur constituye un motivo de satisfacción. De otra parte, el fenómeno no es nuevo. Dejando en paz a los muertos, creo que ni Borges, ni Carpentier, ni Mallea, ni Alegría son chicos ni eran ayer desconocidos. El grupo joven no constituye una floración espontánea. Se han alzado sobre una base …
Parte de la narrativa americana se está perdiendo en mera palabrería, eufónica tal vez, pero hueca y sin sentido. Procede, pues, distinguir. Rulfo, Vargas, Márquez, Cortázar en sus cuentos, y otros poseen un talento indiscutible, pero hay otros que se creen originales y no lo son .. A mí si una novela no me atrae, la dejo. Con Carpentier, con Vargas, con Márquez o con Rulfo no me ocurre eso (pp. 153-154).

Miguel Delibes murió en 2010, el mismo año que Vargas Llosa obtuvo el Premio Nobel.

 

 

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *