Aunque temporalmente se ubica lejos de los años centrales de mi estudio sobre La ciudad y los perros, considero de interés para los lectores de este blog reproducir una entrevista a Vargas Llosa publicada en Cuba en 1998. Se trata de un documento excepcional (o “un hecho extraño”, como diría quien escribió la nota introductoria a dicha entrevista): salvo por una carta de 1967 a Lezama Lima publicada en 1994 en la efímera revista Credo, era la primera vez, hasta donde alcanza mi conocimiento, que el autor peruano era publicado en Cuba -en entrevista, ensayo o cualquier otra forma- desde que en 1971 firmó las cartas en protesta por el encarcelamiento de Heberto Padilla y renunció al Comité de Colaboración de Casa de las Américas. Luego del affaire Padilla sus libros, como los de otros críticos de la Revolución cubana, fueron objeto de censura oficial o extraoficial, aunque múltiples testimonios confirman que circularon de mano en mano y fueron leídos con interés y, en no pocos casos, con admiración, como he relatado en otras entradas de este blog.
En la década de 1980 hubo algunas señales de distensión en el campo cultural y literario cubano. En 1987, por ejemplo, Casa de las Américas publicó La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes, quien también se había apartado de la Revolución aunque sin mostrar el mismo grado de hostilidad que había desplegado Vargas Llosa. Y aunque finalmente no se concretaron, hubo a mediados de esa década intentos por publicar en Cuba La guerra del fin del mundo.
El escritor cubano exiliado Amir Valle ha contado que por esa misma época, cuando tenía 18 años, escuchó hablar de un tal “Garballosa”. El escritor cubano Eduardo Heras León no solo lo corrigió sino que le dijo: “Tienes que leerlo”. Heras León, quien en 1971 había sido expulsado de la universidad y enviado como castigo a trabajar en una fundición de acero acusado de contrarrevolucionario, era uno de los autores cubanos que más alentaba la lectura de Vargas Llosa. En Santiago de Cuba, en la biblioteca del profesor Ricardo Repilado, Valle leyó los primeros libros de Vargas Llosa y años más tarde, gracias al propio Heras León, Conversación en La Catedral (Valle, Las palabras y los muertos, 2015). La lectura semiclandestina de esta novela de Vargas Llosa quedó registrada (y así saltó a la luz pública) en la escena inicial de una de las películas cubanas más exitosas, Fresa y chocolate, de Tomás Gutiérrez Alea (1993). Allí aparece Diego, un artista gay, tratando de iniciar una relación de amistad con el severo militante comunista David, utilizando como señuelo libros y autores prohibidos en Cuba. Uno de esos libros era Conversación en La Catedral. Aquí está el clip de esa escena:
La película de Gutiérrez Alea estuvo basada en el cuento de Senel Paz “El lobo, el bosque y el hombre nuevo”, de 1990, pero en la versión original de Paz el libro tentador no era Conversación en La Catedral sino La guerra del fin del mundo (ver aquí las páginas respectivas). Resulta interesante especular por las razones detrás de ese cambio. Se me ocurre que se quiso dejar en claro que incluso el Vargas Llosa de su época procubana estaba proscrito. Y, por otro lado, es bastante probable que La guerra del fin del mundo circulara mucho menos y, por tanto, los espectadores cubanos estuvieran más familiarizados con la novela de 1969.
Años más tarde, en el guion de la película Regreso a Ítaca (2014), Leonardo Padura y Laurent Cantent incluyeron una escena en la que el grupo de amigos que comparten recuerdos de juventud recitan de memoria el memorable primer párrafo de Conversación en La Catedral, novela que habían leído a hurtadillas:
Amadeo enumera, conmovido:
-Orwell, Cabrera Infante … ¡Y Vargas Llosa! ¡Coño, si nos hubieran cogido…! Eddy, Eddy, ¿te acuerdas de Conversación en La Catedral?
Eddy se concentra y comienza a repetir, con tono declamatorio, las primeras oraciones de la novela.
-“Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos -Eddy hace un gesto abarcador, hacia lo que los rodea-, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris”. Y se preguntó…
Amadeo apunta a Eddy con un dedo, Eddy hace lo mismo con Amadeo, y exclaman a coro:
-“¿En qué momento se había jodido el Perú?” (Regreso a Ítaca, Tusquets, 2016, pp. 64-65). [Aquí se puede ver la versión fílmica de este episodio].
Al año siguiente del lanzamiento de Fresa y chocolate, en octubre de 1994, tuvo lugar un ciclo sobre el boom organizado por Casa de las Américas, al interior del cual se organizó un conversatorio sobre La ciudad y los perros en el que participaron Zaida Capote, Rogelio Rodríguez Coronel y Eduardo Heras León.
Vargas Llosa se enteraría de este conversatorio a fines de 1997, cuando un joven escritor cubano, Ronaldo Menéndez, quien se encontraba en Lima, acudió a su casa a entrevistarlo. El periodista peruano Julio Villanueva Chang acompañó a Menéndez a la cita con Vargas Llosa y publicó una nota sobre ese encuentro (“Conversación sin Catedral“, El Comercio, 20 de noviembre de 1997), en la que narró así ese momento:
A Vargas Llosa también le sorprende que el cubano Eduardo Heras haya leído en voz alta un amable ensayo sobre él en la más importante institución cultural de la isla. “A mí me sorprende -le confiesa el escritor a Menéndez-, pues yo pensé que era un apestado en Cuba, sobre todo para Casa de las Américas”. En su elogioso ensayo, Heras también narra la historia de sus desencuentros con el peruano, citas internacionales de escritores en las que siempre estuvo a punto de conocerlo, pero donde nunca llegó a apretarle la mano con que escribe. Pero Vargas Llosa me aclara que “este encuentro con Menéndez no es de ningún modo una reconciliación, porque yo nunca me he peleado con los escritores cubanos”.
La nota de Villanueva generó una serie de malentendidos y rumores que sería largo resumir y que fueron abordados en una carta aclaratoria de Menéndez a la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), fechada el 24 de noviembre de 1997, en la que, entre otras cosas, desmentía que el encuentro con Vargas Llosa hubiera sido “un engendro beligerante contra el gobierno cubano”. En esa carta, además, anunciaba que enviaría la transcripción de la entrevista, “que considero -por muchos motivos, pero sobre todo por su valor como material literario- que puede ser publicada en La Gaceta“. La Gaceta de Cuba, fundada en 1962, era el órgano oficial de la UNEAC y por entonces formaban parte de su Consejo Editorial los ya mencionados Senel Paz y Leonardo Padura.
Años después, en su novela La casa y la isla (2016), Menéndez recreó el encuentro con Vargas Llosa en Lima. Cuando ocurrió, dice, llevaba más de dos meses en el Perú y “tenía que decidir si regresaba a la isla o me exiliaba … ¿Estaba dispuesto a exiliarme, aunque mis padres se muriesen en la isla?” El permiso de tres meses para ausentarse de Cuba estaba próximo a expirar. El día que vio a Vargas Llosa había tomado la decisión de no volver a la isla, pero los ecos de la crónica de Villanueva Chang complicaron todo: una agencia de noticias informó que se había reunido con Vargas Llosa “para criticar el régimen de Fidel Castro”. La información fue difundida en Miami y otras ciudades, de modo que se vio obligado a buscar una rectificación por parte de la agencia France Press y a llamar a La Habana para ofrecer explicaciones. En el Ministerio de Cultura le dijeron que no había impedimento para que regresara a Cuba y que todo había sido aclarado. Menéndez regresó a La Habana.
Muy poco después, a fines de noviembre o comienzos de diciembre de 1997, Vargas Llosa y Heras León se encontraron en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Heras León le contó que había ofrecido una conferencia sobre él y Vargas Llosa habría contestado: “Ya Ronaldito Menéndez me lo había dicho, pero yo pensé que era mentira, que mi nombre era execrado en Casa de las Américas”.
La entrevista de Menéndez a Vargas Llosa se publicó en La Gaceta de Cuba casi un año después, en la edición correspondiente a noviembre-diciembre de 1998. Además, se incluyó la carta de Menéndez antes mencionada y una nota de la redacción de la revista en la que se elogiaba al escritor peruano al tiempo que se deploraba su postura política: Vargas Llosa, se lee allí, “pasará a la historia como el autor de novelas extraordinarias y de ensayos agudos y hermosos, y no como el político de derecha en que se convirtió”.
Aunque la entrevista se enfocó sobre todo en asuntos literarios -se habló de Borges, Sarduy, Carpentier, Lezama-, también se deslizó por terrenos más políticos y personales. Vargas Llosa se interesó por algunos amigos cubanos (Ambrosio Fornet, Jaime Sarusky, Antón Arrufat), mencionó con nombre propio a importantes escritores del exilio (Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas) y afirmó que estaba dispuesto a visitar Cuba “si puedo ir y dialogar sobre lo que yo pienso”. Y contó el episodio, que ha repetido numerosas veces, de su encuentro con Lezama Lima en 1971, al final del cual el escritor cubano le preguntó: “¿Tú te has dado cuenta en qué país estoy viviendo?”.
Los lectores podrán acceder a este documento haciendo click en la siguiente imagen:
Coda.- Pocos años después, en 2001, Eduardo Heras León compiló un grueso volumen titulado Los desafíos de la ficción, en el que reunió materiales utilizados en los talleres de escritura del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso que él dirigía. En esa publicación (que puede ser consultada íntegramente aquí) Heras León incluyó varios capítulos del libro Cartas a un joven novelista de Vargas Llosa. Fue la primera vez, desde 1970, que algún ensayo o texto literario de Vargas Llosa se publicaba en Cuba en formato de libro.