José Emilio Pacheco: “La novela que más me hubiera gustado escribir”


El gran poeta mexicano José Emilio Pacheco (1939-2014) y Mario Vargas Llosa se conocieron en México, en octubre de 1962, gracias la intermediación de Claude Couffon. Pacheco lo recordó así en una entrevista de 2010:

En octubre de 1962, Couffon le dio una tarjeta para mí a un joven peruano, Mario Vargas (aún sin el segundo apellido) que trabajaba en Radio Francia y había venido para una exposición en el Auditorio. Logré que algunos escritores de la época se reunieran a fin de que, como pedía Couffon, Vargas los entrevistara.
El joven Mario me cayó muy bien. Lo invité a mi casa y lo llevé a recorridos por el México solar y por la ciudad nocturna que hoy serían imposibles de hacer sin riesgo de la vida. Le encantaron los más sórdidos cabarets mexicanos. Vio en ellos una cultura popular que llegaba hasta Panamá sin mayores cambios.

Cuando Vargas Llosa ganó el premio Biblioteca Breve, solo unas semanas después de su visita a México, Pacheco le escribió para felicitarlo: “Desde que vi la lista de participantes supe que tú ibas a triunfar. Realmente, sinceramente lo celebro como algo personal” (carta del 27 de diciembre de 1962). Como mencioné en un post anterior, Pacheco, que era Jefe de redacción del suplemento “La cultura en México” del diario Siempre!, gestionó la publicación de una entrevista y un anticipo de la novela en la edición del 1 mayo de 1963.

Pacheco leyó la novela de Vargas Llosa a fines de 1963 y envió una carta a Vargas Llosa a comienzos de enero del año siguiente, “tras una semana de apasionada, admirada, fervorosa lectura de La ciudad y los perros“. Esa carta, al parecer, nunca llegó a su destino. El 19 de febrero de 1964 le dirigió otra en la que reiteraba sus impresiones sobre la novela y conectaba las historias allí narradas con su propia experiencia personal:

A estas alturas, la he leido, releido, compartido con todos mis amigos y he hallado en todos los que en México la leyeron unánime entusiasmo. Otro tanto ha ocurrido con las reseñas periodísticas -que Díez Canedo te mandó por intermedio de Carlos Barral (…)
Quiero repetirte la profunda impresión que me ha causado tu obra, junto a su maestría literaria, por todos los elementos de mi propia experiencia y mi recuerdo que hay en ella, pues en 1955 estuve a punto de entrar en un colegio semejante, de lo que me salvó mi oportuna vocación literaria. Aunque no haya vivido el encierro, los adolescentes de tu novela corresponden asombrosamente a mis compañeros en la escuela secundaria; y durante unas maniobras de mi servicio militar el estallido de un obús dio muerte a un muchacho en circunstancias que jamás llegaron a aclararse. En otro sentido es pasmoso cómo el lenguaje y los conflictos de tu libro se parecen a los de mi país. Por muchas razones, La ciudad y los perros es la novela que más me hubiera gustado escribir -claro que si pudiera, ya que carezco totalmente de capacidad para ese género (el más importante de la literatura) y en cambio tú tienes todos los dones del narrador nato sin ninguno de sus defectos: la incultura, la indisciplina, la falta de interés por el estilo -cosas que sabemos hasta qué punto han arruinado a muchos hispanoamericanos. Y otra cosa, tan importante como la anterior, es que en ningún momento te has dejado ganar por tu propia maestría. Odio las comparaciones, creo que no las necesitas, y por eso no lo dejé públicamente escrito, pero tu libro me gusta más que las novelas de Carpentier y de Cortázar (que hasta hace poco eran para mí los dos mejores en nuestros países) quienes en sus dos últimos libros se han visto derrotados por su propia capacidad literaria [se refiere a El siglo de las luces y Rayuela, respectivamente. CA]. Acaso no estés de acuerdo con esto, pero no soy un crítico y esa es mi simple y profunda opinión de lector.

Pacheco escribió una reseña de La ciudad y los perros que se publicó en La cultura en México en marzo de 1964. (Antes, en febrero, se había publicado otra escrita por Federico Álvarez y Huberto Batis). En su texto Pacheco se hizo eco de la supuesta prohibición de la novela en el Perú, lo que demuestra la efectividad del rumor que circuló en esos meses. Para Pacheco, la novela podía leerse como una “requisitoria contra el ejército, el inútil heroísmo [y] el mito de la adolescencia” y planteaba algunas preguntas existenciales: “¿Quién es culpable? ¿Quién es inocente? ¿Somos cómplices o víctimas del mal?”. La ciudad y los perros, concluyó, desmentía la existencia de una “crisis del género novelístico”.

Los lectores interesados en leer la reseña completa pueden hacer click en la siguiente imagen:

Coda.- La amistad entre Pacheco y Vargas Llosa continuaría a lo largo de varias décadas. También en 1964 Vargas Llosa devolvió el cumplido y escribió una elogiosa reseña del primer libro de Pacheco, Los elementos de la noche, cuyo texto le envió aparentemente para ser publicado en México. El poeta optó por no gestionar la publicación: “Tu generosísima nota -que te agradezco siempre- la he conservado en secreto, pues (lo digo sin el menor deseo de elogio) si nadie me cree en México que te conozco, al publicarse tus páginas pensarán que las he inventado -aunque nunca podría escribir como tú” (carta del 23 de agosto de 1964). La reseña se publicaría en el diario Expreso de Lima el 5 de setiembre de ese año. Escribió Vargas Llosa: “Tanto la actitud frente al mundo, como la elección de los temas y el uso de la palabra del autor de Los elementos de la noche muestran a un creador perfectamente formado, con una visión lúcida y muy personal de la realidad, y dotado de facultades expresivas nada comunes”. Y agregó: “José Emilio Pacheco merece figurar, desde ahora, entre ese grupo de autores -Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, Alfonso Reyes, Octavio Paz- que han hecho de la poesía mexicana una de las más ricas y profundas de la lengua en nuestros días”.

Pacheco publicó su segundo libro, El reposo del fuego, en 1966, y lo dedicó a Vargas Llosa, su esposa Patricia y “a la memoria de Luis Cernuda”. Poco después coincidieron en Inglaterra: Vargas Llosa vivía en Londres y Pacheco ganó una beca en la Universidad de Essex. Así recordó Pacheco las circunstancias de ese reencuentro:

—Gracias a Ramón Xirau, Gordon Brotherson me dio una beca de 190 dólares mensuales en la Universidad de Essex, que iba a ser el Berkeley de Inglaterra en 1968.
Con ese dinero futuro y lo que ganaba con mis 200 trabajos en México, no podía pagar el viaje de mi esposa y de mi hija. Vargas Llosa se enteró y nos dio para los boletos gracias al premio Rómulo Gallegos que acababa de ganar en Caracas.
(…)
—Es de suponerse que en esos años en Inglaterra se vieron mucho.
—No tanto como yo hubiera querido. Sin embargo, iba algunos fines de semana a nuestra casa en Wivenhoe y nosotros a la suya y de Patricia en Londres. También frecuentábamos a Carlos Fuentes en Hampstead.
Un sábado me tocó asistir al momento en que Carlos le expuso a Mario su proyecto de un libro colectivo de relatos sobre los dictadores hispanoamericanos. Imagínate todas las novelas que salieron de allí.
Cuando ellos emprendieron un largo viaje nos dejaron gratis su apartamento de Earls Court. Me dijo: “Puedes ver todo lo que hay aquí”. No escudriñé sus cajones ni sus cuadernos, pero no resistí leer el inmenso manuscrito que estaba en su escritorio. Era nada menos que Conversación en La Catedral recién terminada. La leí absorto durante cuatro o cinco días. Me fascinó y me sigue encantando con la pregunta hoy clásica de “¿En qué momento se jodió el Perú?” Ahora todos decimos: “¿En qué momento se jodió México?”.

Pacheco volvería a ocuparse de La ciudad y los perros en un ensayo más extenso sobre la obra de Vargas Llosa que sirvió de introducción al disco que grabó el escritor peruano para la serie “Voz viva de América Latina” de la UNAM (1968). Ese ensayo se reprodujo, con algunos cambios, en el volumen Asedios a Vargas Llosa (Santiago de Chile, 1972).

En 1971 Vargas Llosa dedicó a José Emilio y Cristina Pacheco su voluminoso ensayo Gabriel García Márquez. Historia de un deicidio (Barral editores).

La amistad se mantuvo en los años siguientes, pese a que ya no se veían mucho y el incidente entre Vargas Llosa y García Márquez, también amigo de Pacheco, ensombreció de alguna manera esa relación: “Sí, me dolió mucho -dijo Pacheco sobre esa pelea- y todavía no dejo de lamentarlo. No tomé ni podía tomar partido. Y tú bien sabes que la neutralidad sólo sirve para quedar mal con ambas partes. Nunca hubo ruptura, pero la amistad con Vargas Llosa y con García Márquez sufrió un quebranto del que jamás se repuso”. Vargas Llosa propuso a Pacheco para el Premio Cervantes en 2009, que le fue efectivamente concedido. Y al año siguiente Vargas Llosa y Pacheco recibieron al mismo tiempo el grado de doctor honoris causa de la UNAM.

Pacheco murió el 26 de enero de 2014, dejando una valiosa obra que incluye, aparte de los títulos ya mencionados, Las batallas en el desierto, Morirás lejos y Tarde o temprano, un volumen cuya última edición reunió su obra poética entre 1958 y 2009.

 

 

 

2 responses

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *