El Premio Biblioteca Breve otorgado a Mario Vargas Llosa por La ciudad y los perros en diciembre de 1962 fue el disparador de una trayectoria literaria que lo colocaría en el centro del boom latinoamericano y que, apenas unos años más tarde, produciría obras maestras como La casa verde (1966) y Conversación en La Catedral (1969). No es posible exagerar la importancia que tuvo para el joven Vargas Llosa la obtención de ese premio, cuyos entretelones he reconstruido en mi libro.
Telegrama de Carlos Barral a Vargas Llosa anunciándole la obtención del Premio Biblioteca Breve
Este año se han cumplido 60 años de la creación del Premio Biblioteca Breve, otorgado por la editorial Seix Barral y cuya creación se debió al poeta y editor Carlos Barral. El primer ganador fue el escritor catalán Luis Goytisolo por la novela Las afueras que, también este año, ha sido reeditada por Anagrama. Por entonces existían unos cuantos premios literarios en España, incluyendo el Nadal, creado en 1944, el Café Gijón (1949) y el Premio de la Crítica (1956). Barral, quien se había integrado a la editorial en 1950, creó la colección Biblioteca Breve en 1955 con el triple objetivo de “1) dar a conocer lo mejor de la literatura y del pensamiento procedente del extranjero, 2) otorgar visibilidad a los autores autóctonos de espíritu renovador, y 3) tender puentes con las letras latinoamericanas” (Seix Barral, Nuestra historia (1911-2011), 2011, p. 45). Para potenciar aún más el carácter novedoso, vanguardista e internacional de la oferta literaria de la editorial, Barral concibió la creación de un premio que, como explicó él mismo, se otorgaría a una novela que “debería contarse entre las que delatan una auténtica vocación renovadora o entre las que se presumen adscritas a la problemática literaria y humana estrictamente de nuestro tiempo” (Nuestra historia, p. 52). Para lograr sus objetivos se apoyó en un destacado grupo de escritores, filólogos y críticos que servían de lectores y asesores en la editorial o formaban parte de su círculo de amistades: José María Castellet, Jaime Gil de Biedma, Gabriel Ferrater, Luis y Juan Goytisolo, Joan Petit, Jaime Salinas y otros.
Teniendo en cuenta que España sufría por entonces los rigores de la dictadura franquista y que la censura imponía serias limitaciones a la labor editorial, la apuesta modernizadora de Barral no dejaba de tener sus riesgos, que el poeta y editor enfrentó con una mezcla de coraje, ingenio y pragmatismo. El Biblioteca Breve se convertiría muy rápido en uno de los premios más relevantes de la literatura en lengua española y contribuyó decisivamente al desarrollo del boom latinoamericano. En su primera época, que duró hasta 1973, premió a autores como Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Guillermo Cabrera Infante entre los latinoamericanos, y Juan Marsé, José Manuel Caballero Bonald y Juan Benet entre los españoles. (Otros autores premiados no llegaron a tener la misma relevancia que los nombrados y sus novelas hoy, quizás injustamente, han sido olvidadas y se leen poco o nada).
Esta es la lista de ganadores del Biblioteca Breve durante esa primera etapa:
1958 Las afueras, de Luis Goytisolo (España)
1959 Nuevas amistades, de Juan García Hortelano (España)
1960 [Se declaró desierto]
1961 Dos días de setiembre, de José Manuel Caballero Bonald (España)
1962 La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa (Perú)
1963 Los albañiles, de Vicente Leñero (México)
1964 Vista del amanecer en el trópico, de Guillermo Cabrera Infante (Cuba) [Fue censurada y se publicó, con sensibles modificaciones, como Tres tristes tigres]
1965 Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé (España)
1966 [No hubo convocatoria del Premio]
1967 Cambio de piel, de Carlos Fuentes (México) [Fue censurada y se publicó en México y Argentina]
1968 País portátil, de Adriano González León (Venezuela)
1969 Una meditación, de Juan Benet (España)
1970 [Se convocó a concurso pero no hubo fallo del jurado]
1971 Sonámbulo del sol, de Nivaria Tejera (Cuba)
1972 La circuncisión del señor solo, de José Leyva (España)
1973 [Se declaró desierto]
No deberían quedar fuera de este breve recuento del Premio aquellas novelas que quedaron finalistas, la mayoría de las cuales fueron luego publicadas por Seix Barral. Menciono sólo algunos casos: Eloy, del chileno Carlos Droguett (1959); Encerrados con un solo juguete, del español Juan Marsé (1960); En Chimá nace un santo, del colombiano Manuel Zapata Olivella (1962); La traición de Rita Hayworth, del argentino Manuel Puig (1965); y El mercurio, del español José María Guelbenzu (1967).
Durante los primeros años el jurado del Premio estuvo conformado por un grupo estable de miembros: José María Castellet, José María Valverde, Víctor Seix, Juan Petit y Carlos Barral. Este fue el jurado que le otorgó el premio a Vargas Llosa en 1962 y que apareció en la fotografía incluida en el cuadernillo que acompañó la primera edición de la novela y que reproducimos abajo. En años sucesivos fueron incorporados al jurado escritores consagrados como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.
A lo largo de los años el Premio Biblioteca Breve y las novelas ganadoras enfrentaron diversas peripecias, polémicas y escándalos. Nada de eso debería sorprendernos, pues como sabemos los premios literarios tienen que ver con la calidad de las obras que aspiran a ganarlos pero también, en no poca medida, con redes de amistad y compadrazgo, estrategias de marketing, prestigios en ascenso o descenso y simpatías o antipatías de todo tipo. He reconstruido en mi libro las peripecias que les tocó vivir a Vargas Llosa y La ciudad y los perros. En 1965 hubo una fuerte polémica a raíz de la elección de la novela de Juan Marsé, Últimas tardes con Teresa: Luis Goytisolo acusó a Barral de utilizar maniobras poco transparentes para favorecer a Marsé y perjudicar a La traición de Rita Hayworth de Manuel Puig. (Sobre este episodio y las varias versiones que existen sobre él ver Josep María Cuenca, Mientras llega la felicidad. Una biografía de Juan Marsé, Anagrama, 2015, pp. 282-290; Juan Marsé ofreció su versión en 1990). Otras novelas premiadas –Cambio de piel o Vista de amanecer en el trópico– fueron prohibidas por la censura franquista y, en consecuencia, la primera tuvo que ser publicada fuera de España y la segunda sometida a un radical proceso de re-escritura antes de ser publicada por Seix Barral con un nuevo título, Tres triste tigres. Otra de las aventuras relacionadas con el Biblioteca Breve tiene que ver con una novela que nunca ganó el Premio: El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso. Quiero detenerme en este caso porque coincidió con la salida de Barral de Seix Barral, con el comienzo del ocaso del Premio Biblioteca Breve y, también, con el final de la etapa central del boom.
Para la convocatoria del Premio en 1970 se conformó un jurado integrado por Juan García Hortelano, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Salvador Clotas, José María Castellet y Félix de Azúa.
Jurado del Premio Biblioteca Breve 1970
José Donoso había empezado a trabajar en la novela que luego se titularía El obsceno pájaro de la noche en 1959. En sus diarios, parcialmente recogidos en Diarios tempranos. Donoso in progress, 1950-1965 (Universidad Diego Portales, 2016), dejó registro del largo proceso de composición de la novela. Optimistamente, escribió el 27 de agosto de 1964: “So far, so good. Estoy bastante feliz. Veo que ahora la novela ha pasado la última curva y va entrando en la última recta: the end is in sight!”. Casi un año después la sensación era otra: “Anoche no pude dormir. El obsceno pájaro me atormentó hasta las 4 y media de la mañana”. El bloqueo tenía, según Donoso, una explicación: había recibido de la editorial Zig-Zag un préstamo de 1,000 dólares en 1960 a cambio de la futura novela: “la única manera de saldar la deuda y salirme de las generosas garras de Zig-Zag era escribiendo El obsceno pájaro de la noche. La fuerza de esa exigencia, magnificada mil veces por las condiciones económicas en que vivía, me tuvo durante mucho tiempo paralizado: yo era incapaz -un escritor de mi mundo era incapaz- de producir mil dólares con mi trabajo literario” (Historia personal del boom, Alfaguara, 1998, p. 116). Hacia mediados de 1968 parecía acercarse al final. García Márquez le escribe el 5 de junio: “No les hagas mucho caso a las últimas 100 páginas del mamotreto, y verás como salen sin dolor. La literatura es sádica, y por lo mismo, como a las mujeres, hay que fingirle indiferencia”. El consejo de Gabo parece haber tenido algún efecto porque el 22 de agosto un entusiasmado Vargas Llosa le escribía desde Londres: “La noticia de que terminaste El pájaro me puso amarillo de la envidia, y esa misma noche celebramos el acontecimiento con un vaso de tibia cerveza británica (no había vino a la mano). Me alegro mucho, hombre, y estoy impaciente por leer tu chef d’oeuvre”.
Donoso envió la novela a su agente norteamericano y este empezó a colocarla en editoriales de distintos países. También llegó a manos de Barral como candidata al premio Biblioteca Breve de 1970. Por lo menos dos miembros del jurado, Gabo y Vargas Llosa, sabían de la novela y, como acabamos de leer, estaban entusiasmados con ella. Durante meses corrió el rumor de que Donoso tenía virtualmente asegurado el premio. Entrevistado a comienzos de enero de 1970 Donoso diría lo siguiente:
¿Una novela mía premio Biblioteca Breve? No sé qué decirle. Faltan dos meses para el premio. Por otra parte, no sé si la novela se ha presentado al concurso, puesto que la tiene mi agente en Nueva York. Y por último, me parece que la grave situación, gravísima, por la que atraviesa la editorial en la actualidad, me parece absurdo afirmar una cosa así [sic]. (Entrevista de Josep Soria, Tele/Exprés, 10 de enero de 1970).
Cuesta creer que Donoso no sabía que su novela se había presentado al concurso (de hecho, Barral diría que él hizo mucho para que Donoso se presentase), pero tenía razón en mostrar inquietud por la “grave situación” existente en Seix Barral, aquello que Barral llamó “esa guerra ya ancestral entre las dos achuchadas familias”. Con todo, Donoso se entusiasmó con la posibilidad de ganar el Premio. El 26 de febrero escribió a sus padres:
¿Se imaginan lo que significa para mí el ganarme el Premio Biblioteca Breve? Hasta en Chile tendrían que reconocerme y tendrán que reconocer pese a sí mismos, que en Chile HAY novelistas. Es el premio que consagró a Mario Vargas Llosa, se lo ha ganado Goytisolo, Carlos Fuentes el año pasado (…) Carlos Barral me dijo que desde que leyó La casa verde, de Vargas Llosa, y Rayuela, de Cortázar, no ha leído nada que lo haya conmovido más y le haya interesado más profundamente (…) ¡No saben la ilusión que me hace sacarme el dichoso premio! (Pilar Donoso, Correr el tupido velo, Alfaguara, 2010, pp. 94-95).
No es esta la ocasión para resumir lo que pasó entre Barral y la familia Seix. Lo cierto es que desde la trágica muerte de Víctor Seix en 1967, las relaciones entre Barral y sus socios se fueron deteriorando hasta hacer inviable su continuidad al frente de la editorial. (Sobre esto, ver el testimonio de Barral en sus Memorias, Península, 2001, pp. 586-589).
Cuando se reunió a comienzos de marzo de 1970, el jurado del Biblioteca Breve (con Félix de Azúa ausente), consideró que, puesto que “el Premio en su historia, origen y continuidad está indisolublemente vinculado a la persona de Carlos Barral”, debía suspenderse su entrega “hasta que se defina la situación de la Editorial y la de Carlos Barral”. Aquí reproduzco el comunicado del jurado:
Aunque en teoría se trataba de una suspensión temporal, a la larga se volvió definitiva puesto que Barral terminó renunciando a Seix Barral. No parece haber duda de que el ganador iba a ser Donoso (Barral, Memorias, p. 635). La decisión del jurado de expresar su solidaridad con Barral suspendiendo la proclamación del ganador tuvo que ser un golpe emocional muy fuerte para el novelista chileno, quien como es sabido padecía de una gran inseguridad y tendía a sentirse infravalorado en comparación con sus amigos y colegas más famosos y reconocidos del boom. De hecho, luego de la (no) decisión del jurado, Donoso le escribió a Vargas Llosa trasmitiéndole sus dudas sobre la novela. Vargas Llosa le contestó el 29 de marzo de 1970: “te veo tan injustamente inquieto que quiero hacer lo posible para tranquilizarte. No me explico que tengas dudas sobre tu novela. Es, de lejos, lo mejor que has escrito, y, además, doy su éxito por descontado. La tuve que leer muy de prisa para el premio y prácticamente me la arrancharon de las manos cuando corría sobre la última página”. A continuación le ofreció comentarios, incluyendo algunas reservas sobre “la historia familiar y provinciana” que, dice, “me resultó a menudo algo morosa, y a veces hasta trivial”. Tratando de sonar positivo, remató: “En todo caso, aún si no tienes ganas de cambiar una coma más, lo que has hecho es ya para quitarse el sombrero”.
Menos conocido es el hecho de que la editorial Seix Barral intentó desconocer la decisión del jurado y otorgarle el premio a Donoso. Juan Ferraté, quien remplazó a Barral como director literario de Seix Barral, envió sendas cartas a los miembros del jurado para notificarles esa decisión. En el archivo de José Donoso en la Universidad de Princeton encontré una copia de la carta (sin fecha) dirigida por Ferraté a Vargas Llosa en la que le hacía saber que, teniendo en cuenta “ante todo la responsabilidad contraída con los autores que concurrieron al Premio Biblioteca Breve”, se había decidido otorgar el Premio a la novela de Donoso, de cuya “altísima calidad” no había duda alguna. Ferraté comunicaba a Vargas Llosa que la “firme decisión” de Seix Barral sería anunciada dos semanas después, aunque de todas maneras le pedía que expresara “cualquier reparo u observación” que creyera conveniente. Los lectores podrán acceder a la carta completa aquí.
Resulta plausible imaginar que una decisión como esa no iba a ser aceptada fácilmente por los miembros del jurado y menos aún por Carlos Barral. Con seguridad se cruzaron muchas cartas y conversaciones entre ellos, de las cuales no he logrado encontrar huellas concretas. Finalmente, casi a fines de octubre de 1970, se reunieron en Barcelona tres miembros del jurado (García Márquez, Vargas Llosa y Clotas) con Barral, a quienes se sumaron por teléfono Castellet y García Hortelano, para adoptar una posición sobre las intenciones de la editorial Seix Barral. En esa reunión Barral hizo explícitas las “graves objeciones jurídicas” a dicha pretensión y el jurado estuvo de acuerdo en que “no teníamos derecho a otorgar ese premio”. Barral trasmitió a Donoso el pesar de todos ellos, pero cuidándose de no darlo por “ganador” del Premio y limitándose a mencionar sus “muchas probabilidades” de obtenerlo:
A todos, conscientes de la importancia que tú atribuyes a ese premio no fallado, nos dolió enormemente el no poder complacerte, a mí, en particular, por cuanto había hecho en su tiempo para que te presentases. Pero créeme, no nos cabía ninguna otra posibilidad. Todos llegamos a un acuerdo inmediato sobre la conveniencia de destacar la importancia de tu libro y sobre las muchas probabilidades que tuvo de ganar el premio si se hubiera otorgado, en las declaraciones que se nos pidan y en cuantas ocasiones se presenten.
Sé que esta carta te producirá un ataque de cólera y quizás, lo que es peor, una gran tristeza. No sabes cuánto lo siento. Reconozco que tu libro, como otros que hubieran sin duda obtenido brillantes resultados en las votaciones, fueron injustas víctimas de una situación en la que los concursantes no teníais ni arte ni parte; pero la verdad es que aquel mal no tiene ahora remedio. (Carta de Carlos Barral a José Donoso, 27 de octubre de 1970).
La novela fue publicada por Seix Barral en diciembre de 1970 con un tiraje inicial de 15,000 ejemplares. Una periodista informó que “Seix Barral tiene todo listo para presentar el libro con los medios propios de una sociedad de consumo: posters, cocteles, avisos en prensa, radio…” El “coctail” fue eventualmente cancelado, según se le comunicó a Donoso por telegrama sin mayor explicación. Seix Barral hizo circular un dossier publicitario en el que se decía que la publicación de la novela “constituye uno de los máximos acontecimientos literarios de los últimos tiempos y confirma la madurez de un escritor cuya importancia sólo es equiparable a la de Alejo Carpentier, Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez”. El escritor chileno Carlos Droguett, amigo de Donoso, escribió que se hizo una “intensa e inteligente propaganda (…) ni siquiera comparable con la que se desplegó para Cien años de soledad. En todas las librerías se hizo lugar común la jaula que simbolizaba al pájaro”. Pilar Donoso las describió como “jaulas que colgaban del techo en medio de los escaparates, con un ejemplar de El obsceno pájaro en su interior” (Correr el tupido velo, p. 172) mientras otras versiones se refieren a afiches publicitarios que mostraban una jaula abierta. Los diarios publicaron avisos que colocaban la novela al lado de tres ganadoras del Biblioteca Breve (La ciudad y los perros, Tres tristes tigres, y Cambio de piel), con la obvia intención de establecer un parentesco con ellas y con el premio que seguramente merecía pero que no había recibido.
Barral se quejó en sus memorias de que “mis antagonistas la publicaron abusando de los derechos que les otorgaban el acto de presentación y las bases del premio. La publicaron con un estúpido despliegue publicitario que consistía sobre todo en colgar en las librerías jaulas con pajaritos de felpa”. Y agregó, con evidente exageración, que esa campaña publicitaria “no gustó a nadie, irritó a los libreros y perjudicó gravemente el ritmo de la carrera de prestigio de Donoso en España” (Memorias, p. 635). Sin embargo, la solapa de la novela contenía un blurb suyo en el que decía que “El obsceno pájaro de la noche le asegura a José Donoso un puesto definitivo a la cabeza de la generación de narradores latinoamericanos que constituye hoy la vanguardia de la novela en lengua española”.
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Al año siguiente, 1971, ganó el premio la escritora cubana Nivaria Tejera, la única mujer que lo obtuvo durante esa primera época, y en 1972 fue el turno del español José Leyva. A partir de entonces dejó de convocarse el Premio. Si no la calidad de las novelas al menos el prestigio del Premio parecía haberse resentido luego de la partida de Carlos Barral. Pasarían 27 años para que Seix Barral decidiese relanzar el Premio y, desde entonces, ha sido otorgado sin interrupción. De las 20 novelas premiadas entre 1999 y 2018, 13 han correspondido a autores españoles (de hecho, los últimos siete ganadores son de esa nacionalidad) y 7 a latinoamericanos. Y en términos de género, lo han ganado 13 hombres y 7 mujeres. (La lista completa de ganadores se puede consultar aquí). Es difícil anticipar si alguna de esas novelas resistirá el paso del tiempo como algunas de las premiadas en la década de 1960 que, como La ciudad y los perros, aún disfrutan del aprecio de la crítica y los lectores.
He disfrutado enormemente esta entrada. Muchas gracias, Carlos, por compartir parte de su investigación y tantos recursos invaluables en su blog.
María Laura Bocaz