Un lector de La ciudad y los perros en La Habana, 1971

Héctor Pedreira (1926-1991) fue un militante comunista cubano y, por algún tiempo, funcionario del gobierno revolucionario en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Luego trabajó durante muchos años como dependiente en un restaurante en la Plaza de la Catedral. Fue amigo de escritores y cineastas cubanos, un apasionado del cine y un atento y en ocasiones crítico observador del proceso revolucionario.

En marzo de 1971, como es conocido, estalló el “caso Padilla” con su secuela de manifiestos, declaraciones, acusaciones y denuncias dentro y fuera de Cuba. En abril, Pedreira le envió una extensa carta a Guillermo Cabrera Infante, su amigo de muchos años y por entonces ya exiliado en Londres, para trasmitirle una serie de datos y rumores sobre la situación de Padilla, las reacciones oficiales en Cuba y otros asuntos relacionados.

En una sección de esa carta Pedreira comentó su reciente lectura de La ciudad y los perros. No era la opinión de un crítico literario pero sí la de un lector atento e informado. Se trata, además, de un testimonio interesante sobre la manera como circuló y se leyó la novela en Cuba. Las fechas de la lectura y la carta de Pedreira autorizan a pensar que estamos, quizás, frente al “último lector” de La ciudad y los perros antes de que, al igual que muchos otros libros, pasara a integrar la lista de títulos oficialmente proscritos en la isla. Documentos hallados por la historiadora Lillian Guerra prueban que los libros de Vargas Llosa y de los demás escritores que firmaron las cartas de protesta por el caso Padilla fueron prohibidos de circular y aun de mencionarse en Cuba, salvo para “explicar su carácter de enemigos de la revolución y en definitiva contrarrevolucionarios”. Además, se ordenó restringir la importación de esos libros, retirar los ejemplares que estaban en venta en librerías y congelar las existencias en los almacenes. A partir de junio de 1971, por tanto, La ciudad y los perros fue oficialmente proscrita en la isla, aunque como he explicado en otros escritos continuó circulando y leyéndose.

A continuación reproduzco los párrafos dedicados por Pedreira a la novela de Vargas Llosa. Las breves aclaraciones en corchetes son mías:

Guillermo, si todavía te retratas con el Mario de La ciudad y los perros, felicítalo calurosamente en mi nombre. Acabo de leer su novela a pesar de que hace tiempo se vendía por estas tierras. Si mal no recuerdo, fue importada desde España precisamente cuando el HP [Heberto Padilla] dirigía la Cubartimpex, empresa importadora y exportadora de libros, discos, etc. del Ministerio de Comercio Exterior cubano. Que me perdone la herejía de haberla leido con tanta demora; herejía que uno siempre comete con las grandes obras (“El Quijote”, “La Biblia”, etc.). Que esta comparación le sirva de consuelo tanto como a mí de excusa. Ya hace tiempo Sidroc [Ramos, director de la Biblioteca Nacional José Martí entre 1967-1973] la había elogiado mucho conversando conmigo de literatura. Ahora, al irse un amigo por España que se llama Rafael Valdés (del cual te hablaré en otra carta para pedirte ayuda: si hay posibilidad en Londres de un trabajo mejor que el que ha conseguido en Madrid y si le fuera posible pasar a los E.U. como cubano con más rapidez desde Inglaterra), visité la casa de los padres, vi el libro, recordé que no lo había leído y lo pedí prestado. Para mí es una novela extraordinaria, que junto a tus TTT [Tres tristes tigres], Cien años de soledad de [García] Márquez y Rayuela de Cortázar, forman el póker de ases de la literatura latinoamericana actual. Y es más, de la de todos los tiempos. Y esto lo digo basándome en lo que he leído, que no ha sido todo. Y a pesar de cruzar por mi mente los títulos de La vorágine, Don Segundo Sombra, Doña Bárbara, etc. Y no sé si digo una barbaridad, pero es posible que en la actualidad sea de lo mejor o hasta lo mejor que se haya hecho en los últimos años en cualquier parte del mundo. Cada una en su estilo tiene su propia personalidad.

De las cuatro, Rayuela es la que menos me gusta; para mí, cuando los personajes pasan a Suramérica la obra decae. Eso sí, La Maga es un personaje fabuloso, que junto a los Buendía o al Melquíades de Cien años…, el Bustrófedon tuyo y este increíble Jaguar de Vargas Llosa, forman una galería de personajes de los que cualquier creador literario puede enorgullecerse.

No sé por qué mientras leía La ciudad… vino a mi mente el recuerdo de un viejo serial titulado en inglés “The Collegians” y en Cuba “Los Estudiantiles”. Esta serie pegó tanto, que al año siguiente filmaron otra con el título de “Los Estudiantiles de 1927” y después otra con el de “Los Estudiantiles de 1928”. Puede ser que la atmósfera de La ciudad… me la hizo recordar. También la acción, la emoción, el dinamismo de esta excelente novela. Si a esto unimos un suspense de corte hitchcockniano y una prosa llena de poesía que se desliza suavemente y lo agarra a uno para no soltarlo más (los encuentros de Jaguar con Tere es de lo más tierno que he leído en mi vida), tenemos una obra maestra de nuestra literatura.

Dile a Mario que me excuse cualquier opinión incorrecta sobre su libro. Explícale que no soy un intelectual, sino un humilde obrero que siempre ha leído algo. Que no sé si le interesa mucho la opinión de un tipo así. Es que me ha maravillado su novela y, sobre todo, ese personaje llamado Jaguar (uno de los más humanos que haya creado literato alguno). Que ahora valorizo más la foto que tengo donde él está al lado tuyo. Que ya lo admiro mucho y que algún día un ejemplar de La ciudad y los perros irá a engrosar mi nutrida biblioteca y así hacerlo llegar a mis hijos y nietos: es de esos libros que me gusta conservar.

 

 

 

 

 

 

 

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