Andrés Caicedo fue un escritor colombiano nacido en Cali en 1951 y que se ha convertido en un escritor de culto en su país y en otras partes de América Latina, si bien no existe unanimidad en los juicios sobre la calidad literaria de sus escritos. Se suicidó en 1977, cuando solamente tenía 25 años de edad, el mismo día que recibió el primer ejemplar de su recién publicada novela ¡Que viva la música! El documental “Unos pocos buenos amigos” (1986), realizado por Luis Ospina, reconstruye su vida sobre la base de testimonios de amigos y contemporáneos, y Alberto Fuguet compuso una especie de autobiografía con textos del propio Caicedo en Mi cuerpo es una celda (La otra orilla, 2008).
Según diversos testimonios, sus lecturas de las primeras obras de Vargas Llosa resultaron muy influyentes en sus escritos, muchos de los cuales están relacionados con el mundo de la adolescencia. En la dedicatoria de su cuento “El atravesado” (“A Clarisol Lemos, Guillermo Lemos y Carlos Tofiño”) Caicedo agregó: “Naturalmente, en esa época todos estábamos locos por Anthony Burgess y Marito Vargas Llosa”. Rosario, hermana de Andrés, me hizo llegar una fotografía de la anteportada del libro en la que se puede apreciar tanto la dedicatoria impresa que he mencionado como la que escribió Andrés de puño y letra a su hermana.
Algunos críticos han advertido que uno de los personajes de ese cuento, Edgar Piedrahita, está inspirado en (o puede leerse como un homenaje a) El Jaguar de la novela de Vargas Llosa. Guillermo Lemos, amigo de Caicedo, ha contado que “Andrés le dijo que se quería dedicar sobre todo a eso, escribir para jóvenes como lo hizo ‘Marito’ Vargas Llosa en Los cachorros o en La ciudad y los perros, pero donde se reflejara Cali, esa ciudad que ‘la parte amargamente un río como una navaja'”. En sus comentarios a La casa verde incluidos en El libro negro (ver más abajo), Caicedo califica a Vargas Llosa de “más poético que Cortázar, de más madurez que Fuentes, más ágil que García Márquez”, y describe dicha obra como “una novela insuperable, verdadera obra arquitectónica, de una poesía cimentada fielmente a las historias que cuenta”.
Hacia 1970, cuando aún no había cumplido los 20 años, escribió una adaptación teatral de La ciudad y los perros titulada “Los héroes al principio” que, en algún momento, al parecer, le hizo llegar a Vargas Llosa. Ramiro Arbeláez, amigo de Caicedo y cineasta, afirma que “a Vargas Llosa le gustó” dicha adaptación.
La adaptación de Caicedo nunca fue llevada a las tablas, pese a algún intento por parte de Jaime Acosta (ver Sandro Romero Rey, Andrés Caicedo o la muerte sin sosiego, Bogotá, Editorial Norma, 2007, pp. 38, 95). El propio Caicedo mencionó en una de sus últimas cartas que su adaptación iba a ser montada en Bogotá.
Una copia de esta adaptación está depositada en la colección Andrés Caicedo que cobija la Biblioteca Luis Ángel Arango en Bogotá. Según nos informa Sandro Romero, dicha copia fue hallada entre los materiales inéditos que dejó Caicedo y que fueron donados a la Biblioteca Arango.
Al morir Caicedo dejó una carpeta de tapa negra que contenía resúmenes y comentarios sobre libros, películas y obras de teatro. En 2008 se publicó como El libro negro de Andrés Caicedo (Bogotá, Grupo Editorial Norma), con introducción de Margarita Valencia.
Uno de los libros allí comentados por Caicedo es La ciudad y los perros. El autor colombiano deja constancia de su admiración por la novela de Vargas Llosa, una obra “de absorbente interés”, un “enervante testimonio” sobre la violencia y la falsa virilidad en que se educa a los jóvenes, y “un inmenso, un poderoso poema” sobre el fracaso y podredumbre de nuestras sociedades.
A continuación incluyo la transcripción completa de los apuntes de Caicedo sobre La ciudad y los perros:
La Ciudad y los Perros La novela, teniendo como argumento la vida de cadetes y en casi un segundo plano de los oficiales del colegio militar limeño Leoncio Prado, transcurre según su lenguaje narrativo, de la siguiente forma:
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- Narración lineal en su totalidad, en tercera persona aunque no estricta. Dentro de este campo se desenvuelve la parcialidad del nudo en sí de la novela. Pueden diferenciarse dos partes diferentes en ella: lo que sucede dentro del colegio y fuera de este.
- Narración comenzando desde cierto período de la vida del muchacho apodado El Esclavo, y truncada por su muerte. Hilo en tercera persona, el narrador se posesiona del Esclavo, contando subjetivamente sus vivencias. Y en pasado.
- Apuntes narrativos del muchacho apodado Boa. De gran agilidad.
- La historia del Jaguar, contada por él mismo, aunque el lector viene a averiguar la personalidad del narrador en las últimas diez páginas.
El tema: En el Colegio Militar Leoncio Prado, se educa a los alumnos de la manera clásica militar; virilidad ante todo. Pero los oficiales, a pesar de sus reglas estrictas y su militarismo, no sospechan siquiera lo que sucede dentro de las escuadras de los cadetes. No saben que se fuma y se bebe en contra del reglamento, que se cometen robos con la misma facilidad con la que los cadetes se roban gallinas para fornicar con ellas, de la misma manera que con una vieja perra y una vicuña. No saben que se respira un completo ambiente de brutalidad, disfrazado por la severa educación virilizante que ellos mismos inculcaron en los muchachos. Que los cadetes más fuertes embrutecen e idiotizan a los débiles, rasgándole sus vestidos, haciéndoles beber orines, azotándolos, escupiéndolos, robándoles sus pertenencias. Tampoco saben que aquellos viriles cadetes incurren en las cuadras de años menores para violar a muchachitos gordos, y que cuando los dejan castigados sábado y domingo, se encierran en cualquier habitación para hacer concursos del que más rápido expulse el semen mediante prácticas masturbatorias. El hilo de la narración va transcurriendo centralmente en el robo de un examen de química, acusada del Esclavo, asesinada del esclavo y consecuencias finales.
Los personajes: Jaguar: gamonal del colegio. El más hábil peleador de todos los cursos. Dotado de instintos sádicos, hábilmente amputados mediante tratamiento de inocencia en las páginas finales. Alberto (El Poeta) hacedor de novelitas masturbatorias con fines de lucro. Uno de los personajes más trabajados de toda la novela. Amigo, único amigo final del Esclavo. Esclavo; el personaje más interesante de la narración. Muchacho retraído, inteligente, esclavizado por los Leoncio Pradinos. ldiotizado por los malos tratos de los cuales es víctima. Existencia completamente solitaria hasta que se hace amigo de Alberto. Tal vez asesinado por el Jaguar. Boa: sujeto sin personalidad, aunque tiene la responsabilidad de ser uno de los narradores. Amigo del Jaguar, sostiene oscura relación con una vieja perra. Cava, otro de los amigos del Jaguar. Roba un examen de química, es delatado por el Esclavo y expulsado del Colegio. Rulos, junto con Cava, Boa y Jaguar, forma la cofradía llamada El Círculo. Ni va ni viene. El Teniente Gamboa la única personalidad de buenos principios ideológicos y morales dentro de los oficiales. Aunque por el simple hecho de ser militar le esté terminantemente prohibido hacer uso de estos principios fundamentales. Teresa, extraña y a la vez mediocre muchacha. Curiosamente, tiene un papel importante en tres vidas tan diferentes como son las del Esclavo, la de Alberto y la del Jaguar.
La novela, de absorbente interés, se convierte a la larga en un enervante testimonio de ese estigma que lleva la juventud en sus espaldas: la violencia, la falsa virilidad instituida por los militares, los pedestales podridos en los cuales se levanta toda la juventud de hoy, alimentándose de ellos, condenados a la irrevocable sentencia de no producir nada nuevo, aunque claro, la esperanza es lo único que se pierde.
No, no es un dedo acusador ante los despiadados hábitos juveniles. Es una diatriba contra los actos en sí, actos instituidos por una no sé qué fuerza maligna, de la cual es culpable la sociedad entera: los hijos de esa sociedad serán los pobres inocentes. Es una diatriba a sistemas educativos y de cualquier índole como el Leoncio Prado a los cuales se les da cinco centavos el estado moral-ideológico de sus estudiantes, con tal de tener a salvo la dignidad de la institución en sí.
Un inmenso, un poderoso poema a todo lo que no marcha bien, a todos los sistemas establecidos, creados en la más grande podredumbre, originadores de sujetos sin ningún principio. Pero la moralidad de los jóvenes vencerá todas las circunstancias negativas. Lo único que necesitan es salir de ese infernal colegio y olvidarse de él. Si se puede, arrasarlo y sembrar sus escombros con sal negra, eso es todo. Pero son pocos los que se atreven a tanto. Unos, hasta siguen la carrera de militares.
(Agradezco la ayuda de Manuel Berggrun, Ramiro Arbeláez, Sandro Romero, Felipe Gómez, Luis Ospina y Rosario Caicedo para aclarar algunos aspectos de la relación entre Andrés Caicedo y Vargas Llosa, lo que me permitió corregir la primera versión de este post).