La música también entra por los ojos. Recuerdo cuando pasé a la catedral de Granada por primera vez y vi el colosal órgano que hay allí. No tuve la oportunidad de escucharlo, pero pensé que nunca había visto un instrumento tan bonito. También recuerdo cuando vi por primera vez a Camila Moreno tocar en directo Yo enterré mis muertos en tierra, cuando al final de la interpretación sacó unas baquetas y, junto a toda la banda, empezó a tocar un ritmo repetitivo, ritual, chamánico, mientras el ruido se hacía cada vez más intenso y por un breve momento me perdí en el trance.
La música es mito, y el mito es identidad. Con la grabación digital la música ha pasado a ser un objeto más de consumo que circula en el mercado del arte y que se puede consumir de forma completamente alienante, con auriculares, en tu habitación, en soledad. Pero pienso en la música como actividad social, como motor creador de comunidad, pienso en la danza como ejercicio de expresión mística, de sacar afuera la violencia de la lógica y echar a los dragones a volar, como canta Chinoy, y pensando la música así, entiendo que la música no solo se escucha, sino que se ve, se toca, se practica, se siente, se sangra, se goza.
Entendiendo la música de esta forma, como una expresión de arte arraigada a una comunidad y en diálogo con otras formas de expresión, las imágenes que ilustran las carátulas de los LP actúan como una extensión de ese universo creativo que radica en la música, un intento de expresar con imágenes lo que yace en el fondo del sonido. Entendiéndola como un producto de consumo sometido a las leyes del mercado, sin embargo, la portada de los discos es un reclamo publicitario al servicio de las ventas, como los singles, los videoclips, las entrevistas y todo aquello que promocione el disco y lo haga atractivo a los ojos de los consumidores. Supongo que no podemos olvidarnos de ninguna de estas dos dimensiones a la hora de enfrentarnos a una carátula de un disco, si bien puede que haya obras que tengan un carácter más eminentemente comercial y otras obras estén más enfocadas a la expresión artística de forma más o menos “independiente” (muchas comillas aquí), al final ambas fuerzas están presentes.
En la muestra de portadas de discos latinoamericanos Visual clave entran en juego diversas formas de representación que, en su conjunto, denotan la multiplicidad, diversidad y complejidad de América Latina. Si tomamos por ejemplo la portada de La maguina de los 80, veremos que el imaginario que se nos presenta está muy relacionado con lo selvático, lo salvaje, la música adherida a la naturaleza, un órgano con cabezas de yaguaretés que parece estar escavado en la roca de un templo antiguo, rodeado de vegetación. Sin embargo, el órgano es un instrumento europeo, y el hombre que lo toca tiene la piel clara y lleva pantalones vaqueros. En esa integración de tradiciones culturales enfrentadas, civilización y barbarie, se puede apreciar una búsqueda de una identidad conciliadora.
Tomemos, por otro lado, la portada de los Super Salsa Singers. En esta surrealista obra tenemos a Celia Cruz, Ismael Rivera y otros cantantes de salsa puertorriqueños dibujados al estilo de los comics de DC. El experimento se siente como un chiste, es tan disonante que no puede tomarse en serio. Y sin embargo, la intención es bastante evidente, disfrazar de yankee la cultura latinoamericana, literalmente ponerle un disfraz para darle cabida en el mercado estadounidense o para crear una ilusión de progreso. Aquí no hay conciliación de discursos identitarios diferentes, en el plano visual se suprime por completo cualquier seña de identidad latinoamericana, se pasa por la prensa de la globalización y se pone a la venta. Aunque, probablemente, los cantantes involucrados en este disco verían la idea como una broma, un chiste.
Por último, me gustaría hablar también un poco de esta portada de un disco de Ray Barretto, From the beginning. Nelly Richard menciona en su artículo Latin American cultures: mimicry or difference? que uno de los principales problemas al enfrentarnos al arte latinoamericano es la dependencia del arte europeo, y esta portada es un claro ejemplo de reproducción mimética del arte europeo en Latinoamérica, una copia de un cuadro de Dalí para ilustrar la portada de un disco de salsa. Al igual que con los Super Salsa Singers, podemos entender esta elección de una ilustración Europea como un intento de presentar la música latina a un público más cosmopolita, alejarse de los tópicos del arte latino y presentar una imagen más cercana a la cultura del público extranjero. Sin embargo, desde mi perspectiva como oyente, no deja de resultarme chocante escuchar un disco como este o como La maguina de los 80, con esas ilustraciones para sus portadas, que parece que sean discos de rock progresivo o psicodélico, y encontrar tras esas imágenes que no, que es salsa. Es como una cacofonía, no se corresponde el contenido de la obra con su envoltorio.




