El victimario Vargas Llosa y el descuartizado García Márquez

Uno de los hitos más importantes en la historia del Boom y de las relaciones personales entre dos de sus miembros más destacados fue la publicación, en 1971, del libro García Márquez: historia de un deicidio, de Mario Vargas Llosa. Se trata de un exhaustivo ensayo de 667 páginas (en su versión original) en el que Vargas Llosa intentó descubrir “cómo nace la voluntad de creación, de qué experiencias se alimenta, mediante qué procedimientos transforma los materiales del mundo real en elementos del mundo ficticio y las similitudes y contrastes que estos dos mundos mantienen”. En suma, “cómo nace un mundo de ficción”. El novelista sería un deicida, un suplantador de Dios, que recrea el universo gracias a su imaginación y talento: “Escribir novelas es un acto de rebelión contra la realidad, contra Dios, contra la creación de Dios que es la realidad. Es una tentativa de corrección, cambio o abolición de la realidad real, de su sustitución por la realidad ficticia que el novelista crea”.

No es muy común que un escritor en la plenitud de su producción literaria dedique tanto tiempo y esfuerzo a escribir sobre la obra de un colega contemporáneo. En este caso, a la admiración por la obra de García Márquez, habría que agregar el interés que Vargas Llosa desarrolló desde muy temprano por estudiar y comprender los misterios de la creación literaria, la oportunidad que tuvo de dar clases y conferencias sobre la obra de su colega colombiano y, también, la cercana amistad que los unía. García Márquez lo reconoció así en una entrevista de 1973 con Elena Poniatowska: “Oye, ¡qué buen amigo es Mario, qué tipo, qué buen amigo! Mira que ponerse a escribir durante un año un libro sobre mí; dedicar un año de su vida a escribir un libro acerca de otro escritor, uno con el cual se está en competencia directa, puesto que nuestros mercados son los mismos y nuestros lectores también. Mira, ¡eso no lo hace cualquiera! ¡Ese Mario es un ser aparte!”.

Vargas Llosa leyó por primera vez a García Márquez en francés, cuando llegó a sus manos la traducción de El coronel no tiene quien le escriba. A partir de enero de 1966 entablaron una relación epistolar que (incompleta, pues las cartas de Vargas Llosa a García Márquez no han sido recuperadas) forma parte de Las cartas del Boom. Se conocieron personalmente en Caracas, en agosto de 1967, y poco después Vargas Llosa publicó “Cien años de soledad: el Amadís en América”, uno de los primeros textos críticos sobre la recientemente publicada novela de García Márquez y que puede considerarse un primer atisbo de lo que sería el ensayo de 1971. Entre 1968 y 1969, Vargas Llosa impartió seminarios sobre la obra de García Márquez en King’s College de la Universidad de Londres y en la Universidad de Puerto Rico, para los cuales leyó o releyó toda la obra publicada hasta entonces por el autor colombiano y tomó abundantes notas. Las clases en Puerto Rico fueron grabadas, transcritas y luego revisadas con vistas a producir un ensayo integral sobre la narrativa de García Márquez. Durante una visita al Perú en septiembre de 1969, Vargas Llosa dio conferencias sobre la obra de García Márquez en Lima y Tacna.

A lo largo del segundo semestre de 1969, Vargas Llosa trabajó intensamente en la redacción del ensayo. El 21 de octubre de 1969 García Márquez le escribió a Vargas Llosa: “Plinio me habló de los ficheros amazónicos que te sirven de base para un libro que te pedí no escribir, y de veras te considero. Pienso que una de mis diversiones más sanas es confundir a la posteridad con los datos más contradictorios, y utilizo como instrumento a los periodistas. Olvídate de esas fichas, pon tus dudas en orden, y cuando vengas el mes entrante enderezamos todo el entuerto en una sola noche” (Las cartas del Boom, pp. 312-313). El 24 de noviembre de 1969, Vargas Llosa le cuenta a Abelardo Oquendo: “La universidad me quita menos tiempo del que temía, felizmente, y puedo trabajar a diario en el ensayo sobre GGM”. Un par de meses después el proyecto parecía estar creciendo más de lo pensado: “Sigo trabajando en el ensayo sobre Gabo, y la cosa ha comenzado a ramificarse y a crecer demasiado, lo que significa que me tomará más tiempo del previsto, porque tendré que corregir y hacer cortes” (carta a Oquendo, 2 de febrero de 1970).

En julio de 1970 Vargas Llosa se mudó a Barcelona, donde ya vivía García Márquez, y los encuentros y diálogos se hicieron más frecuentes. En carta a Oquendo de agosto de ese año, Vargas Llosa le dice que trabaja diariamente “de nueve a tres” y que existía la posibilidad (finalmente no concretada) de dar un curso en la Universidad de Barcelona “sobre el libro en que trabajo”, es decir, el ensayo sobre García Márquez. Los dos escritores pasaron un par de semanas juntos viajando por Alemania, a fines de septiembre y comienzos de octubre, para asistir a la Feria del Libro de Frankfurt y cumplir con otros compromisos.

Mientras avanzaba en la redacción del ensayo, Vargas Llosa tomó la decisión de darle un doble destino: sería presentado como tesis doctoral en la Universidad de Madrid y luego publicado como libro por Barral Editores. Aunque había cursado estudios de doctorado en la Universidad de Madrid entre 1958 y 1959, Vargas Llosa no había escrito la tesis que se requería para recibir el grado correspondiente. Para tal efecto logró la asesoría de Alonso Zamora Vicente, profesor y académico español que había vivido y trabajado en Argentina y México. Por otro lado Carlos Barral, quien había editado las primeras tres novelas de Vargas Llosa en Seix Barral, fundó a fines de 1969 con su esposa, Ivonne Hortet, un nuevo sello, Barral Editores, en medio de la disputa que terminaría en su ruptura con Seix Barral en 1970. Enterados de que Vargas Llosa estaba trabajando en un ensayo sobre García Márquez, le propusieron en febrero de 1970 publicarlo en Barral Editores. La respuesta positiva de Vargas Llosa fue recibida con regocijo por Barral: “Contentísimo con las noticias de tu libro y el de José Miguel Oviedo, que abrirían una serie de Barral Editores” (carta a Vargas Llosa, 6 de mayo de 1970).

En enero de 1971, antes de viajar a Cuba, Vargas Llosa le escribe a Álvaro Mutis:

He seguido trabajando bien en el ensayo y tus datos me ayudaron a ver claro muchas cosas que tenía confusas. Una de las cosas que más me revienta de este viaje a la isla es tener que plantar el libro por un par de semanas, porque luego, retomarlo, es un quebradero de cabeza.

Estoy impaciente por terminar este ensayo. Lo he hecho con mucho gusto, por el cariño que tengo por la obra de Gabo y porque era el primer trabajo de este tipo.

A su regreso de Cuba Vargas Llosa hizo llegar a su asesor un borrador de la tesis. Luego de revisarlo, este le escribió el 12 de febrero para trasmitirle algunas inquietudes sobre el trabajo:

Querido Mario Vargas: he perdido su dirección. Por eso escribo a Seix Barral (mejor, a Lumen, ahora que encuentro una dirección en Los cachorros). Espero que le llegue esta carta y que usted dé señales de vida. He leído el trabajo, que me parece, claro, muy bien pensado y hecho con una pasión contenida, pasión de entendimiento, excelente. Me temo que, como tesis, le puedan poner algún reparo. Debe ponerle algo más de esa discreta pedantería tan útil y elegantota en el oficio. Bastará en las notas [a] pie de página. ¿Va a hacer algo más? ¿Se atrevería usted a desmantelar algún trozo de algún libro? ¿Conoce lo que acaba de salir en el Boletín Caro y Cuervo sobre la estructura de La hojarasca? Bueno. Dígame sus planes, etc. Creo que unas páginas profesorales sobre la lengua o algunos procedimientos expresivos de esa novela serán muy útiles. Me parece que hasta los más arcaicos recalcitrantes menendezpelayistas están ya reconociendo que en la novela nueva hispanoamericana hay un secreto de técnica que transforma la lengua de una manera radical. Ánimo y haga algo. Estaré fuera de Madrid hasta el 24. Espero que esta cartuca le llegue. Un abrazo. Escriba con algo para que a mi regreso puntualicemos alguna cosa. Suyo, A. Zamora Vicente.

Vargas Llosa interpretó el mensaje del asesor como una señal de que el trabajo no colmaba sus expectativas; además, el pedido de agregarle algo de “discreta pedantería” a la tesis llegaba cuando se estaba recuperando de una operación de hemorroides. Zamora Vicente intentó tranquilizarlo con una breve nota del 25 de ese mismo mes:

Querido Vargas,
Nada de desilusión. Siga mandándome. Eso de las coordenadas va muy bien. Únicamente le pido lo de la pedantería ante el miedo a los colegas [ilegible]. Todo va bien. Ya sabía lo de su operación: eso pasa en las mejores familias y en las más honestísimas nalgatorias. Espero que ya esté bien. He pasado fuera unos días muy movidos. Entre sueño y sueño, le envío un gran abrazo,
A. Zamora Vicente.

Finalmente, hacia el mes de junio, Vargas Llosa envió la versión final, el asesor dio el visto bueno y se programó la defensa, tal como Zamora Vicente le informó en carta del 19 de junio:

Querido Mario: el viernes próximo, día 25, a las 11 de la mañana, tendremos la lectura de la tesis. Espero que todo vaya bien.
Sería muy bueno que te vinieras un día antes o algo así, por lo menos. Quizá un par. Seguramente para nada, pero nadie sabe qué puede ocurrir. En términos normales, con que estés aquí el jueves bastará, ya que, al mediodía, yo sabré si ha surgido alguna novedad.
Andamos con un chico metido en médicos lo que nos trae de cabeza. A ver si para esos días ya ha vuelto a casa.
Avisa, llama o escribe. Un abrazo.
Alonso

La tesis, con el título “García Márquez: lengua y estructura en su obra narrativa”, fue aprobada por el jurado y así Vargas Llosa obtuvo el grado de doctor. Poco después, y prácticamente sin introducir cambios en el texto, el ensayo fue enviado a Barral Editores. Las galeradas estuvieron listas el 14 de julio. Dos meses y medio más tarde, el 1 de octubre, Barral anuncia el envío de las “compaginadas”, es decir, las pruebas del libro ya maquetado: “A renglón seguido salen compaginadas limpias que deberás devolver por el mismo correo. Se nos echa encima el problema del verano en América Latina, de modo que si antes del 15 de diciembre no conseguimos situar ejemplares en eso que llamáis el Cono Sur habrá que esperar hasta primeros de abril”. Al final insiste: “Las pruebas, carajo, las pruebas” (carta del 1 de octubre de 1971). Hacia el 27 de octubre, Barral todavía no recibía las pruebas corregidas: “Los tipógrafos esperan con los brazos cruzados al pie de las platinas”. Días después llegaron las ansiadas pruebas y se inició el proceso de impresión.

El libro se terminó de imprimir en noviembre de 1971 en Gráficas Diamante de Barcelona. La cubierta fue diseñada por Julio Vivas, destacado artista gráfico que trabajó para Barral, Bruguera, Anagrama y otras editoriales importantes. Vargas Llosa dedicó el libro “A Cristina y José Emilio Pacheco”. Un detalle interesante es que los tipógrafos de Barral Editores replicaron el formato que usó Vargas Llosa en la tesis para desplegar los títulos de las secciones, como puede verse en las siguientes imágenes:

Páginas de la tesis original de Vargas Llosa

Páginas de la primera edición de García Márquez: Historia de un deicidio

Según Barral, el tiraje fue de 40,000 ejemplares, una cifra inusualmente alta para este tipo de ensayo, más aún considerando que sobrepasaba largamente las 600 páginas, y que Barral atribuyó al “optimismo” de Carmen Balcells. Si no fuera porque la cifra aparece dos veces en la misma carta, uno pensaría que se trataba de una errata y que el tiraje fue, en realidad, de 4,000 ejemplares. Si realmente se imprimieron 40,000, cabe la posibilidad de que esa cifra incluía los tirajes destinados a América Latina, como veremos a continuación, así como la segunda edición catalana, impresa en diciembre. En todo caso, hacia fines de diciembre, Barral parecía satisfecho con el ritmo de ventas del libro en España:

Parece que, a pesar de su aspecto terrorífico (el tamaño del lomo, quiero decir), el libro arranca bastante bien, según algunos libreros porque docenas de infelices lo compran creyendo que se trata de una novela escrita en colaboración por el Gabo y por ti. (…) Tarde o temprano se descubrirá a todos los niveles que se trata de un docto ensayo y la venta irá a parar a los naturales consumidores de ese género refinado. (Carta del 27 de diciembre de 1971).

Barral quería también “inundar las librerías de América”, para lo cual proyectó imprimir en Buenos Aires, en coedición con Sudamericana, 30,000 ejemplares, pero la editorial argentina deshizo el acuerdo y “nos dej[ó] en mangas de pelota ante un mercado en el que no habíamos hecho ninguna operación de preventa”. Se buscaron entonces acuerdos con otras editoriales. En una circular distribuida el 27 de octubre de 1971, Barral Editores informó lo siguiente:

La intención de distribuir simultáneamente este libro que consideramos el texto más importante de los últimos años sobre literatura contemporánea y, sobre todo, sobre el problema de la creación literaria y de la naturaleza de la ficción desde el punto de vista de la moderna literatura hispánica, en todo el mundo de habla española, nos ha aconsejado conceder licencias de publicación a algunos editores latinoamericanos, tales como Corregidor, en Argentina y Monte Ávila, en Venezuela. El libro aparecerá, pues, simultáneamente y masivamente en España y en los principales países de Latinoamérica, en las primeras semanas del mes de diciembre.

Al final se llegó a un acuerdo con Monte Ávila en Caracas y Difusión Ltda. en La Paz, para distribuir en países de la región copias impresas en Barcelona idénticas a las de Barral Editores pero que llevaban el logotipo de la editorial local, como puede verse en las siguientes imágenes:

Aunque es casi seguro que Barral le hizo llegar una copia a García Márquez apenas se publicó el libro, Vargas Llosa le entregó un ejemplar personalmente en mayo de 1972, a su regreso de un viaje al Perú, con una dedicatoria manuscrita para él y Mercedes. Este ejemplar se conserva en el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas en Austin:

En contrapartida, García Márquez estampó una dedicatoria en un ejemplar de Cien años de soledad en la que aludía al contenido del ensayo de Vargas Llosa:

¿Leyó García Márquez el libro de Vargas Llosa? Existen versiones contradictorias. Según Xavi Ayén, no solo lo leyó sino que “lo llenó de anotaciones”. Luego, dice Ayén, regaló ese ejemplar a Ricardo Muñoz Suay, cineasta valenciano y amigo cercano de ambos novelistas. Si esto es cierto (y, personalmente, dudo que lo sea), ese ejemplar desapareció de la biblioteca de Muñoz Suay, ahora depositada en la Biblioteca Valenciana, donde se conserva un ejemplar del libro enviado por la editorial con una tarjeta de Año Nuevo y con la fecha de recepción escrita por su propietario: 21-XII-71. Huelga decir que no contiene anotaciones de García Márquez.

En una entrevista de 2017, Vargas Llosa dijo, enfáticamente, que García Márquez sí leyó el libro, durante un viaje a Londres, “y me dijo que tenía el libro lleno de anotaciones”. Y aunque García Márquez prometió que se lo daría, Vargas Llosa nunca vio esas anotaciones, “si es que de verdad las llegó a hacer”.

El propio García Márquez, sin embargo, en la entrevista con Elena Poniatowska antes citada, negó haber leído el libro, aunque bien sabemos que sus declaraciones no pueden ser tomadas al pie de la letra:

EP: ¿Y tú has leído Historia de un deicidio, o sea tu historia?
GGM: No.
EP: ¿Cómo que no? ¿Por qué no?
GGM: Porque si me revelaran todos los mecanismos secretos de mi escritura, las fuentes, qué es lo que a mí me hace escribir, si esto me lo dijeran a mí creo que me paralizaría, ¿entiendes?
EP: ¿No sabes tú mismo cuáles son tus fuentes?
GGM: No, y no he querido leer lo de Mario por esto.
EP: Gabo, ¿le tienes miedo a la parálisis?
GGM: Claro que le tengo miedo.

El libro fue reseñado por varios críticos en publicaciones de España, América Latina y USA. Para el mexicano Jorge Aguilar Mora el ensayo fue “un gran fracaso”; para el inglés Gerald Martin se trataba del mejor estudio general sobre García Márquez publicado hasta ese momento, aunque cuestionó las ideas “sorprendentemente anticuadas y hasta absurdas” sobre el oficio de escribir que Vargas Llosa desarrolla en el ensayo. Otro crítico severo del libro fue Ángel Rama, quien escribió una reseña en Marcha refutando las tesis “decimonónicas” de Vargas Llosa. Se produjo luego un intenso intercambio entre ellos que sería recogido en el volumen García Márquez y la problemática de la novela, publicado por Ediciones Corregidor y Cuadernos de Marcha (Buenos Aires, 1972).

Pese a las reservas de los críticos, el libro de Vargas Llosa continúa siendo, quizás, el trabajo más exhaustivo sobre la obra del autor de Cien años de soledad hasta 1971. Luego del incidente que puso fin a la amistad entre Vargas Llosa y García Márquez -el famoso puñetazo que le infligió el primero al segundo en febrero de 1976-, el libro no se reeditó como publicación independiente durante medio siglo. Podía conseguirse (a veces a precios exorbitantes) en librerías de viejo, y también circuló en varios países en ediciones pirata, algunas de ellas bastante deficientes. Y aunque se incluyó en el volumen VI de las Obras Completas de Vargas Llosa (Ensayos literarios I, Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores, 2006), fue recién en 2021 que Alfaguara lanzó una nueva edición con un cintillo publicitario que la presentaba como “una obra mítica e inencontrable cuando se cumplen cincuenta años de su primera publicación”.

La edición de 2021 no incluyó ningún material adicional y más bien se produjo una extraña e injustificada omisión: la página con la dedicatoria a Cristina y José Emilio Pacheco fue eliminada. Al año siguiente apareció en Brasil la traducción al portugués (Editora Record, Rio de Janeiro y São Paulo) y en 2023 la traducción japonesa, por ahora las únicas versiones en otras lenguas de este importante ensayo en el que García Márquez se vio “descuartizado, desmenuzado y desenmascarado”.

 

 

 

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